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Contra el pavor, inteligencia colectiva y ciencia innovadora
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Los desastres “naturales” no lo son tanto. La furia de la naturaleza sólo existe en el imaginario de la especie, en los depósitos de memoria animista, en el profundo surtidor de mitos —no leyendas ni fantasías— indispensables para la sobrevivencia.
Transcurridos milenios de historia furiosamente humana, las huellas del paisaje devastado por sequías, inundaciones, convulsiones telúricas, ríos de lava, huracanes, tornados, desiertos mares, bosques carbonizados. La condición inerme de la comunidad ante la pura fuerza desatada.
En esa perspectiva, mejor hablar de desastres humanos, sociales, civilizatorios, cultivados en un terreno fértil para el despojo, el lucro, la negligencia, la indiferencia. A finales de 2019 la irrupción de lo desconocido paralizó al planeta. La pandemia de covid-19 reveló, entre otras cosas, la existencia de catástrofes previas fríamente calculadas: el desmantelamiento de los servicios públicos de salud en Occidente y zonas limítrofes; la virulenta demolición del Estado social en democracias “incipientes” o consolidadas; la situación vulnerable de tres cuartas partes de la humanidad; la violencia de un mundo dislocado que condena a millones de personas a cruzar los abismos de la migración forzada.
El desencantamiento del mundo dejó de ser metáfora. Fin de la inocencia, celebran desde los gabinetes de la razón técnica, pero también principio de esperanza si la emergencia genera dinámicas de investigación, conocimiento y experimentación interdisciplinaria por vías alternativas.
El tercer número de Nuevos Diálogos convoca a investigadores de diversas áreas a explorar algunas facetas de la incertidumbre, la percepción del riesgo y las dificultades de transmitir información puntual, sustentada, razonable, para prevenir y mitigar los impactos en la sociedad de fenómenos que aún escapan al control de la humana inteligencia.
Parece necesaria una nueva combinación de palabras, gestos, signos, señales, señas y contraseñas. De ahí la urgencia de reflexionar sobre las coordenadas en que debe desplegarse la gestión integral del riesgo y los aportes de la ciencia, la filosofía, la sociología, la psicología y el urbanismo a la construcción de nuevos paradigmas.