La ciudad... inabarcable

¿Qué es una mentalidad apocalíptica? Hasta donde veo, algo opuesto a lo destacable en la Ciudad de México. 

Carlos Monsiváis [Circa, 1991]


El tema es vago, inabarcable, excesivo, sobreabundante. Pero, en el mismo giro, acotado a su mínima expresión. Todo cabe en él porque todo cabe en ellas: del trazo ideal, perfecto, equilibrado, a la deriva en lujuriosa expansión, dispersión, confusión, estallido. La escala humana se diluye en delirio de grandeza, garabato y caos de muchedumbres estacionadas en el tercer piso de arterias periféricas sin cauce de solución.

La imagen puede ser engañosa o sesgada, la más obvia reiteración del lugar común, el cliché de los apocalípticos que se desviven por sufrir en ellas. El problema, enorme problema, es que no hay otra forma de hablar de las Ciudades. No en la tercera década del siglo XXI ni, por supuesto, desde la perspectiva de una aglomeración megalopolitana ubicada al sur de la aldea planetaria.

De ahí que convocar a un grupo de especialistas a exponer lo que saben, piensan e imaginan de las ciudades suponía un riesgo mayor: convertir la tertulia en congreso de ciencia ficción postapocalíptica; crónica en tiempo real de una catástrofe cultivada en cien años de negligencia colectiva, “modernidad” colonizada (ser como ellos) y corrupción de alta escuela para beneficio de élites políticas y económicas.

No ocurrió así, para fortuna nuestra y de la lectoría de Nuevos Diálogos. Porque todo está ahí, como telón de fondo y contexto ineludible, pero las autoras y autores de este número decidieron recorrer vías alternas o territorios poco explorados; incluso al abordar temas de muy viejo cuño y obligada actualidad, como la crisis del agua en la Ciudad de México o el tejido político-caciquil que enmascara el negocio de la basura en las orillas de la megalópolis.

De las ciudades imaginarias e imaginadas a la formidable concentración de recursos y contradicciones que convierte a los centros urbanos del planeta —especialmente del norte postindustrial— en núcleo del problema y de la eventual solución al calentamiento global. De la resistencia y resiliencia de grupos sociales que hacen ciudad y constituyen ciudadanías diversas, híbridas, revitalizantes, a los enormes desafíos que supone el espacio público capturado por masculinidades tóxicas, violentas, criminales.

Todo está ahí: hacinamiento, crisis de los servicios públicos, desigualdad y explotación, derechos conculcados, indolencia pública y privada, grades negocios y degradación de la calidad de vida de millones de seres humanos. Pero, también, las posibles rutas para salir del laberinto en expansión. En último término, como apunta el cronista Carlos Monsiváis en un guiño de acidez chilanga, la paradoja es irresoluble: “una ciudad con signo apocalíptico habitada por quienes, en su conducta sedentaria, se manifiestan como optimistas radicales”.

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