Abuelos de la ciencia mexicana

La Sociedad Científica “Antonio Alzate” (1884-1930), una de las más importantes del país, realizó una labor historiográfica de enorme valor. Su objetivo: reconocer el trabajo solitario, a veces anónimo, siempre desinteresado, de los viejos y venerables maestros que formaron generaciones enteras en el tránsito de un siglo a otro.

| Comentario de Salvador Orduña Álvarez

El interés por construir una narración de la vida y obra de los “grandes hombres” de ciencia en México, se incrementó como consecuencia del auge que cobró la actividad científica en el último tercio del siglo XIX. En esa época, políticos e intelectuales fomentaron la idea de que la esperanza de progreso y bienestar general —no menos que la mejor conducción del país— se depositara en la ciencia y sus practicantes. De ahí que se generara un movimiento intelectual dedicado a rastrear el desarrollo de la ciencia nacional, y se fortaleciera su historiografía en la misma coyuntura histórica (Azuela y Fefer, 1998).

Las diversas asociaciones letradas y científicas en nuestro país fueron partícipes de este proceso de creación de un pasado científico nacional y del encumbramiento de sus practicantes mediante la reproducción de biografías, homenajes o necrologías de los “grandes hombres”, nacionales y extranjeros, que sobresalieron en alguna rama del conocimiento, a la vez que se les presentaba como individuos virtuosos y ejemplares, dignos de inmortalizarse en la memoria colectiva del medio académico y el público en general (Morelos, 2014).

Reconocimiento a los maestros

La Sociedad Científica “Antonio Alzate” (1884-1930), la corporación más importante en su tipo durante el Porfiriato, no estuvo exenta de este tipo de homenajes a ilustres científicos. En la revista Memorias, algunos de sus socios más destacados, como Rafael Aguilar y Santillán, Santiago Ramírez, Alfonso L. Herrera y Alfonso Pruneda; se encargaron de consignar las hazañas de sus colegas y mentores.

Una característica de dichos escritos es el protagonismo que otorgan a los veteranos hombres de ciencia: figuras que “en su peregrinación por el mundo dejaron ejemplos dignos de imitarse, huellas dignas de seguirse y un legado de honor, de virtudes y de trabajos dignos de consignarse en las páginas imperecederas de la Historia” (Ramírez, 1889).

Desde este punto de vista, los abuelos de la ciencia mexicana debían ser reconocidos por su participación en la toma de decisiones políticas, por conducir a las instituciones encargadas del proceso de modernización y contribuir, con sus innovaciones, a mejorar la calidad de vida de la población. Asimismo, se rendía homenaje a investigadores, modestos y olvidados, que no poseían puestos públicos envidiables, pero habían sido de gran valía por su labor en la formación de nuevas generaciones.

Desde esta perspectiva, Rafael Aguilar delineó la vida ejemplar del “filántropo, sabio y progresista” Alfonso Herrera (1838-1901). Durante la sesión solemne del 27 de febrero de 1901, con motivo del fallecimiento del naturalista, Aguilar pronunció un emotivo discurso sobre la influencia de Herrera en el espíritu científico del país, misma que se orientó a la tarea educativa. Destacó, en consecuencia, su “piadosa” labor docente a lo largo de más de tres décadas, a través de la cual logró que centenares de discípulos —como el mismo Aguilar— amaran la ciencia, pues por medio de su elocuente palabra “despertaba en nuestro ser la curiosidad, la atención y la compasión”. Herrera supo infundir a una amplia “pléyade de hombres que son hoy la honra del profesorado, de la ingeniería, de la medicina y de la industria en México”, la idea de que la práctica de la ciencia debe estar “siempre pura y libre de todo impulso no generoso”.

El impacto directo de la vida y obra de los octogenarios hombres de ciencia mediante la educación fue resaltado en la biografía del doctor Porfirio Parra (1854-1912), escrita por su alumno Alfonso Pruneda, quien señala: “…todos cuanto fuimos sus discípulos, no podremos olvidar jamás la nítida claridad de su enseñanza, la galanura y fluidez de su exposición, y la perfecta buena fe con que el maestro desaparecido hacía llegar las verdades de la ciencia a cuantos seguíamos su palabra” (Pruneda, 1914). Así, nada más natural que el homenaje a la labor del “médico probo, sabio ilustre y educador distinguido” consistiera en resaltar su influencia en el nutrido grupo de estudiantes que formó y quienes participaban en las instituciones que se fundaban a lo largo del territorio nacional.

Por último, nos referiremos a la sesión del mes de agosto de 1899 dedicada a consagrar la vida de Alfredo Dugès (1926-1910). El encargado de preparar este homenaje fue Alfonso L. Herrera; cuestión nada fortuita, pues siempre reconoció que en su formación había tenido la influencia fundamental de dos “maestros inolvidables”: su propio padre, Alfonso Herrera, y Alfredo Dugès. Este último, quien radicaba en Guanajuato y sólo tenía breves contactos con Herrera en sus viajes a la capital y por medio de correspondencia, “actuó siempre como experto sapiente y generoso”.

Herrera da cuenta de la gran actividad intelectual de Dugès, caracterizada por la exactitud y la constancia, y aprovechó para lamentarse por el escaso reconocimiento a su “inigualable” labor: “¡Qué triste ejemplo, que horrible amenaza para los que seguimos! ¡73 años, cuarenta títulos, 100 memorias, 1 000 ideas. Todo sin recompensa!” (Herrera, 1902).

No era la primera vez que el alumno expresaba tristeza por la suerte del maestro. Desde años atrás, Herrera manifestó su asombro por el hecho de que Alfredo Dugès llevara a cabo su labor científica en un ambiente relativamente aislado y sin poder dedicar a ella más que ratos perdidos, pues el resto de su tiempo tenía que emplearlo en ganarse la vida con la práctica de su profesión.

Legitimar el trabajo científico

Como puede advertirse, para los integrantes de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, la vejez no era sinónimo de incapacidad o detrimento del valor de los grandes hombres de ciencia. Al contrario. Con los homenajes y estudios biográficos publicados en sus Memorias buscaban resaltar el valor de estos venerables personajes como elementos clave del proceso modernizador fraguado a finales del siglo xix, ya sea como promotores y artífices de proyectos e instituciones gubernamentales o, bien, como mentores de muchos jóvenes científicos porfirianos.

En este sentido, los escritos biográficos también se convirtieron en una tribuna para expresar su sentir ante el escaso reconocimiento de la labor de los hombres de ciencia, especialmente los más longevos.

Esta labor historiográfica abonaría al deseo de fortalecer una identidad nacional, a la construcción del ethos del hombre de ciencia decimonónico, a la legitimación de su figura profesional ante el Estado —demostrando su aportación al gobierno de Porfirio Díaz— y, finalmente, a transmitir a la población en general el valor y la trascendencia del trabajo intelectual.

Para todo ello resultaba indispensable reconocer el trabajo incansable, solitario, desinteresado, de los abuelos de la ciencia mexicana.


REFERENCIAS

| Aguilar y Santillán, Rafael (1900-1901). “Influencia del Profesor Herrera en el desarrollo del espíritu científico en la República”, en Memorias de la Sociedad Científica “Antonio Alzate”, t. XV, México, Imprenta del Gobierno Federal en el Exarzobispado.

| Azuela, Luz Fernanda (2018). “La ciencia en la esfera pública mexicana (1821-1864)”, en Saberes. Revista de historia de la ciencia y las humanidades, año 2, vol. 1, núm. 3, pp. 30-56, México, Historiadores de las Ciencias y las Humanidades ac.

_ y Guevara, Rafael (1998). “La ciencia en México en el siglo xix: una aproximación historiográfica”, en Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, vol. 50, núm. 2, pp. 77-105, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

| Guevara Fefer, Rafael (2014). El uso de la historia en el quehacer científico. Una mirada a las obras históricas del Biólogo Beltrán y del Fisiólogo Izquierdo, México, Universidad Nacional Autónoma de México.

_ y García Murcia, Miguel, coords. (2021). Memorias y disciplinas: aproximaciones a la historia de las ciencias, México, Universidad Nacional Autónoma de México / Bonilla Artigas Editores.

| Herrera, Alfonso L. (1902). “El Dr. Alfredo Dugès. Noticia biográfica que la Sociedad ‘Alzate’ dedicó a este sabio naturalista”, en Revista Científica y Bibliográfica, núms. 1 y 2, p. 6, México, Imprenta del Gobierno Federal en el Exarzobispado.

| Morales, Lucero (2014). “El elogio de los hombres ilustres en la obra de Santiago Ramírez”, en Lucero Morelos y Rodrigo Vega (coords.), Estudios históricos sobre la cultura mexicana (siglos XIX y XX), p. 46, México, Historiadores de las Ciencias y Humanidades.

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Salvador Orduña Álvarez

FES-Acatlán, UNAM
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