El desarrollo positivo o negativo de la IA dependerá de las intenciones que le impriman nuestras sociedades; y no sólo los científicos y desarrolladores de nuevas tecnologías sino las industrias, los gobiernos –como garantes del interés colectivo– y sectores de la ciudadanía preocupados por el presente y el porvenir.
| Comentario de Laura Trujillo
La evolución de la especie humana corre en paralelo con el despliegue de un conjunto de medios y herramientas indispensables para enfrentar los desafíos del entorno y mejorar la convivencia en sociedad. En este desarrollo, el ser humano se ha percatado de su poder de dominio frente a la naturaleza, pues, a diferencia de otros seres vivos, posee inteligencia y, con ella, es capaz de someter y manipular lo que le rodea para adaptarlo a sus necesidades.
Por medio de la razón (inteligencia) el hombre ha podido extender sus sentidos para asir el mundo de una manera nueva y mejor, tal como lo afirma el teórico de la comunicación Marshall McLuhan. Por ejemplo, el lenguaje constituiría una extensión del pensamiento, pues hace posible expresar aquello que se piensa; la rueda sería una extensión del pie, en tanto que agiliza el movimiento de un lugar a otro; el telescopio, una extensión del ojo al permitir la observación de lugares remotos. Mediante el desarrollo de muy diversos instrumentos la humanidad va construyendo su sociedad y, de alguna manera, se va haciendo a sí misma: “Modelamos nuestras herramientas y, luego, éstas nos modelan a nosotros” (McLuhan, 2009).
Cada uno de los medios que desarrollamos nos ayuda a mejorar nuestra relación con el mundo, pero, también, condiciona nuestra relación con él y se lleva algo de nosotros. La luz eléctrica, por ejemplo, constituye uno de los grandes avances de la civilización: transformó la vida cotidiana, la convivencia en pueblos y ciudades, las formas de producción y organización del trabajo. A cambio de ello, del bienestar y el confort que genera, perdemos un vínculo esencial con la naturaleza: altera nuestro reloj biológico, la percepción del día y la noche, los ritmos de la energía y el esfuerzo humanos.
Nos hemos hecho dependientes de la electricidad, pues muchas de nuestras actividades dependen de ésta: el trabajo en casa o en la oficina, la televisión, la computadora, los celulares, el internet, etcétera. Podríamos, sin duda, vivir sin ella, pero ha condicionado nuestra existencia de maneras diversas. Y esto ocurre con muchos de los avances materiales, técnicos y culturales logrados por la humanidad a lo largo de milenios. Por ello es importante darnos cuenta de que la tecnología puede ser una gran herramienta si se utiliza adecuadamente, pero también puede limitar nuestra acción si nos excedemos en su uso.
Si el hombre ha creado instrumentos para entender y dominar mejor al mundo, y estos han tenido como base sus sentidos, sus facultades, no es una sorpresa que también haya querido extender su inteligencia, la facultad más importante que posee.
La IA y las inteligencias humanas
El nacimiento de la Inteligencia Artificial (IA) suele situarse en la Conferencia de Dartmouth (New Hampshire, Estados Unidos) realizada en 1956; específicamente, en la propuesta de investigación que presentan los científicos John McCarthy, Marvin Minsky, Nathaniel Rochester y Claude Shannon en el Dartmouth College, donde se mencionan algunos conceptos que entonces sonaban utópicos como ordenadores automáticos, síntesis lingüística, redes neuronales y machine learning. John McCarthy, uno de los responsables principales, es quien acuña el término de artificial intelligence para englobar estos conceptos.
Se dice que el hombre no utiliza una sola inteligencia, pues para realizar diversas actividades (simples o complejas) requiere poner en marcha múltiples inteligencias; algunas de éstas ya pueden ser sustituidas por la IA
En las siguientes décadas, gracias al desarrollo teórico y a la concreción tecnológica, se llegará a definiciones aproximadas de la disciplina. Una de ellas la ofrece Quartz:
La Inteligencia Artificial es un software o programa de computadora dotado de un mecanismo para el aprendizaje. Ese conocimiento es utilizado para tomar una decisión en una nueva situación, como lo hacen los humanos. Los investigadores que construyen este software intentan escribir un código que pueda leer imágenes, texto, video o audio, y aprender algo de él. Una vez que una máquina ha aprendido, ese conocimiento puede utilizarse en otros lugares. (Gershgorn, 2017)
La complejidad de la IA y de lo que se pretende hacer con ella radica en que, hasta el momento, no comprendemos exactamente qué es y cómo funciona la inteligencia humana; de manera que difícilmente podremos recrearla en cualquier software o dispositivo, pues nos falta mucho por entender. En esa perspectiva, luego de muchos años de análisis y avances prácticos, resulta ilusorio afirmar que la ia llegará a “sustituir al hombre”.
Bastaría registrar la extraordinaria sofisticación de los mecanismos que hacen funcionar el cerebro humano. Se dice que el hombre no utiliza una sola inteligencia, pues para realizar diversas actividades (simples o complejas) requiere poner en marcha múltiples inteligencias; algunas de éstas ya pueden ser sustituidas por la IA, pero otras aún no y es casi imposible que se logre algún día. La tabla de “inteligencias múltiples” de Howard Gardner (2016), que incluye un comparativo con la IA, puede darnos una idea al respecto.

Mediante esta comparación podemos ver que la IA dista mucho de ser una verdadera inteligencia; las actividades que realizamos a través de ella no pueden ser emuladas aún por creaciones artificiales. Esto demuestra que la capacidad humana, si bien es cierto, es potencialmente infinita, estamos limitados por nuestra propia finitud. Esto podría llevarnos a pensar que la IA tiene límites que no podrá superar y que puede ser inocua para la actividad en el mundo; sin embargo, no es del todo verdadero.
Mitos y realidades
Mucho se ha discutido en torno al impacto de la IA en nuestras sociedades. Para algunos, el hecho de que ésta pueda dañar al hombre no está a discusión; para otros, sólo es un mito. Personalidades de la ciencia y las nuevas industrias tecnológicas, como Stephen Hawking, Elon Musk, Steve Wozniak y Bill Gates, han expresado su preocupación sobre los riesgos que pueden surgir de un desarrollo incorrecto de la ia (Mack, 2015). Afirman, por ejemplo, que debido a su potencial para superar la inteligencia humana, no se tiene una forma segura de predecir su comportamiento.
Esta incertidumbre es el reflejo de un fenómeno inédito: no es posible utilizar la experiencia de desarrollos tecnológicos anteriores porque nunca se ha creado nada que tenga la capacidad de ser más astuto que el ser humano. Para imaginar el curso de la IA, el mejor ejemplo de lo que enfrentamos es la propia evolución de la especie: hoy “controlamos” el planeta no porque seamos los más fuertes, los más rápidos o los más grandes, sino porque somos los más inteligentes. De ahí se desprende la gran interrogante: si ya no somos los más inteligentes ¿estamos seguros de mantener el control?
El contraste entre mitos y realidades en torno a la IA puede ofrecernos un atisbo de los grandes retos que enfrentamos.

Si bien esta lista puede ser interminable, también es claro que el desarrollo positivo o negativo de la IA dependerá de las intenciones que le impriman nuestras sociedades, y no sólo los científicos y desarrolladores de nuevas tecnologías, sino las industrias, los gobiernos –en tanto que reguladores y garantes del interés colectivo– y sectores de la ciudadanía preocupados por el presente y el porvenir.
Para encarar la incertidumbre y encontrar respuestas a la altura del desafío, en años recientes han surgido iniciativas que combinan conocimiento especializado, sensibilidad global y despliegue de recursos técnicos e intelectuales. En 2014, por ejemplo, un grupo de científicos, investigadores y filántropos creó el Instituto para el Futuro de la Vida, cuyo objetivo es impulsar la IA para beneficio de la comunidad internacional, además de explorar formas de reducir los riesgos de las armas nucleares y de la biotecnología (Rohde, 2021).
Sólo de esta manera nuestra civilización prosperará: mientras ganemos la carrera entre el poder creciente de la tecnología y la sabiduría con la que se gestione. En este sentido, el papel de la filosofía y otras disciplinas del pensamiento, la reflexión analítica, la información crítica, resultan de la mayor importancia para entender los alcances y límites de las creaciones humanas. No podemos olvidar que en la naturaleza de la especie está inscrita la necesidad de alcanzar el mayor grado de satisfacción o felicidad posible; pero esto sólo se concretará si buscamo s el bien objetivo para cada persona y, por tanto, para la humanidad. El ir en contra de otros, el engaño, la mentira, la búsqueda de fines que nos alejan de la felicidad común, puede llevarnos a la destrucción del mundo como lo conocemos.
NOTAS
Conn, Ariel (215). “Benefits & Risks of Artificial Intelligence”, en Future of Life Institute. Disponible en https://bit.ly/3DcX380 (Consultado el 26 de octubre de 2022).
Gershgorn, D. (2017). “The Quartz Guide to Artificial Intelligence: What is it, Why is it Important, and Should we be Afraid?”, en Quartz. Disponible en https://bit.ly/3SBTw8M (Consultado el 25 de octubre de 2022).
Ionos Digitalguide (29 de octubre de 2019). RankBrain: La evolución del algoritmo de Google. Disponible en https://bit.ly/3zerYiY (Consultado el 26 de octubre de 2022).
Mack, E. (2015). “Hawking, Musk, Wozniak warn about Artificial Intelligence’s trigger finger”, en Forbes. Disponible en http://bit.ly/3XDWr4z (Consultado el 25 de octubre de 2022).
McLuhan, M., & Ducher, P. (2009). Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano, Barcelona, Paidós.
Mueller, J. P. (2018). Artificial Intelligence for dummies. For Dummies.
Project Zero (s. f.). “Multiple intelligences. Challenging the Standard View of Intelligence”, en Projects. Universidad de Harvad. Disponible en https://bit.ly/3FhOACU (Consultado el 25 de octubre de 2022).
Rouhiainen, L. (2018). Artificial Intelligence: 101 things you must know today about our future, Lasse Rouhiainen.