Los conceptos “seguridad” y “soberanía” alimentaria no se contraponen. La dificultad estriba en concretar el objetivo –acceso de toda la población a alimentos sanos, inocuos y nutritivos– en las condiciones de la economía de mercado y con países altamente dependientes del comercio internacional.
| Comentario de Agustín Rojas Martínez
En México, desde finales de los ochenta del siglo xx, la reorientación del modelo de desarrollo económico de corte nacionalista, basado en la industrialización por sustitución de importaciones, hacia un modelo de economía abierta regido por la apertura comercial y el libre mercado, provocó cambios notables en las directrices de las políticas económica, social y alimentaria.
Estas transformaciones implicaron un bajo nivel de crecimiento económico del país y el aumento de la desigualdad social, así como el rezago y la parálisis de la estructura productiva del sector agropecuario. Todo esto, en conjunto, derivó en un déficit estructural en la balanza comercial agroalimentaria, un crecimiento sostenido de las importaciones de alimentos y una mayor dependencia de suministros externos, principalmente de granos básicos.
Consecuentemente, se presenciaron condiciones de inseguridad alimentaria severa ante los brotes de hambruna registrados en algunas regiones del país, lo cual alertó sobre la emergencia de recuperar autosuficiencia alimentaria. Desde entonces, la inseguridad alimentaria se ha convertido en un problema estructural del proceso de desarrollo económico debido a que, en el país, se ha vulnerado el acceso físico y económico a los alimentos, la suficiente disponibilidad interna, la “utilización biológica” de los alimentos y la estabilidad en el tiempo de los suministros. Estas últimas son las cuatro dimensiones de la “seguridad alimentaria” propuestas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Actualmente, visto por el lado del número de regiones o del tamaño de población, más de la mitad de los mexicanos enfrenta algún grado de inseguridad alimentaria (Torres y Rojas, 2022).
La otra vía
El problema de la seguridad alimentaria en México adquiere relevancia, hoy en día, porque se enfrentan no sólo restricciones de acceso físico y monetario al consumo de alimentos como resultado de las crisis económicas y la pérdida del poder adquisitivo, sino, también, una baja disponibilidad alimentaria interna en algunos espacios territoriales ante la pérdida de la autosuficiencia alimentaria.
Aunado a lo anterior, se registra un deterioro en la dimensión de la óptima “utilización biológica” por el rápido crecimiento de la oferta y el elevado consumo de productos ultraprocesados y comida rápida, de baja calidad y poco aporte nutrimental, que está relacionado con las epidemias de obesidad y diabetes, así como con el rápido crecimiento de enfermedades crónico-degenerativas no transmisibles.
Ante la trasgresión de todas las dimensiones de la seguridad alimentaria, desde 1996 la organización Vía Campesina desarrolla e impulsa el concepto de “soberanía alimentaria”, el cual refiere al derecho y la capacidad de todos los pueblos de definir su política alimentaria sin prácticas desleales de comercio frente a terceros países.
En esencia, la soberanía alimentaria involucra diversos aspectos: la producción agrícola local, con el fin de alimentar a la población nacional con alimentos locales saludables y propios de su patrón alimentario regional; la participación de los pequeños agricultores en el acceso a la tierra, la producción y el autoconsumo, además de la inclusión de los pueblos en la definición de la política agraria y alimentaria, entre otros.
Por lo anterior, la soberanía alimentaria adquiere una connotación política más que económica, lo que supone una diferencia sustancial respecto al enfoque propuesto por la FAO.
Límites estructurales
Sin embargo, el concepto de soberanía alimentaria presenta límites estructurales en casos concretos de países como Singapur, y en la mayoría de islas o zonas desérticas, que simplemente no cuentan con zonas agrícolas de consideración y dependen, en consecuencia, del comercio exterior para el abastecimiento y consumo de víveres.
Visto de esa manera, alcanzar la soberanía alimentaria implicaría garantizar las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria. Para concretar este objetivo, un país debería controlar su política económica, agrícola y alimentaria a fin de permitir a su población el acceso económico y físico a alimentos sanos, inocuos y nutritivos acorde con su patrón alimenticio. No obstante, estas condiciones son difíciles de lograr en el contexto de economía de mercado en países altamente dependientes del comercio internacional, y ante la tendencia a la homogenización y estandarización de la estructura alimentaria.
En el caso de México, la estructura económica está fuertemente supeditada a los cánones de la política económica global. Además, aunque se cuenta con una importante cantidad de tratados de libre comercio, el consumo alimentario depende en más de 40% de los suministros externos, y el sector agropecuario presenta un rezago productivo que lo vuelve insuficiente para asegurar la alimentación de los mexicanos.
Aunque no son caminos contrapuestos, la inseguridad alimentaria y la imposibilidad de alcanzar la soberanía alimentaria son problemas inherentes a los procesos de desarrollo económico; es decir, en esencia, son y serán la deuda pendiente.
REFERENCIAS
| Torres, Felipe y Agustín Rojas (2022). “La seguridad alimentaria en la encrucijada de las desigualdades regionales en México”, en Investigaciones Regionales/Journal of Regional Research, núm. 53, pp. 91-115. Disponible en https://bit.ly/44xVihN (Consultado el 1 de julio de 2023).