El desafío de las vejeces femeninas

En un país marcado por la inequidad social, la pobreza material y la precariedad laboral, las diferencias se multiplican, potencian y agigantan por razones de género. Las mujeres tienen una mayor esperanza de vida, pero suelen enfrentar condiciones más críticas que los varones en edades avanzadas.

| Comentario de Isalia Nava Bolaños

México ha seguido el patrón clásico de la transición demográfica caracterizado por el paso de altas tasas de mortalidad y fecundidad a tasas bajas y controladas. En un primer momento se redujo la mortalidad: mientras que en 1970 ocurrían 76 decesos de menores de un año por cada 1 000 nacimientos, en 2020 fueron 11. La reducción de la mortalidad se tradujo en un incremento en la esperanza de vida al nacer, que en 1970 era de 58.4 años para los hombres y de 62.3 años para las mujeres, y en 2020 de 64.8 y 73.5 años, respectivamente. En un segundo momento, el país experimentó descensos importantes en la tasa global de fecundidad: de 6.5 hijos por mujer en 1970, a 2.0 en 2020, cifra por debajo de la “tasa de reemplazo” (Conapo, 2023).

La evolución de la mortalidad y la fecundidad, a lo que se suma la emigración, genera una dinámica que determina las transformaciones de la estructura poblacional por edades. Así, hemos pasado de pirámides poblacionales con una base ancha de sectores jóvenes a estructuras que tienden a mostrar una base estrecha y una parte central y superior más amplias, lo que expresa un acelerado crecimiento de la población en edades activas y, en comparación con los grupos más jóvenes, una rápida tasa de incremento de la población en edades avanzadas.

Estos cambios denotan un proceso de envejecimiento demográfico que, en nuestro país, tiene la particularidad de presentarse de manera acelerada (Ham, 2003): en 1970 la población con una edad de 65 años o más (P65+) representó 3.7% de la población total, con 1.9 millones de personas; en 2020 ascendió a 7.7%, con 9.9 millones, y en 2070 pasará a 27.5%, con 38.9 millones (Conapo, 2023). Es decir, que en el último decalustro la población mayor triplicará su porcentaje.

La mutación acelerada de la pirámide poblacional es un reflejo de los logros alcanzados por las políticas públicas (salud, prevención, higiene, seguridad social, educación, etcétera), así como del progreso social y económico del país, a pesar de las persistentes desigualdades entre grupos sociales y áreas geográficas, y lo que se denomina desarrollo incompleto.

La combinación de fenómenos demográficos y grandes rezagos en materia socioeconómica perfila la dimensión de los retos que enfrenta la sociedad mexicana.

Seguridad económica: lejos del ideal

Es importante considerar, en primer término, que el proceso de envejecimiento demográfico implica modificaciones a la estructura de las demandas y los aportes económicos y sociales. Las personas en edades avanzadas requieren de apoyo frente a las limitaciones en el trabajo y el deterioro físico.

Se anticipa, en consecuencia, que los desafíos de mayor relevancia se centran en la salud y las condiciones económicas. Por un lado, la morbilidad y las consecuencias no letales de las enfermedades crónicas, degenerativas e incapacitantes generan costos crecientes, demandan atención médica especializada, incrementan la necesidad de cuidados y la presencia de cargas emocionales, entre otros factores. Por el otro, el cese de la actividad productiva de las personas mayores obliga a subrayar la importancia de la seguridad económica; es decir, la posibilidad de disponer de manera independiente de una cantidad de recursos económicos regular y suficiente.

El énfasis es material, pero no se agota en ello, pues la seguridad económica determina la calidad de vida de las personas mayores: ofrece condiciones para satisfacer necesidades objetivas y subjetivas; por lo tanto, se traduce en un aumento de las capacidades para enfrentar las contingencias de la vida cotidiana, fortalece la autoestima, fomenta la autonomía y permite la participación plena como individuos con derechos plenos.

En esta perspectiva, se considera que el mecanismo de ingresos más adecuado para cumplir tales expectativas es el de ingresos derivados de las pensiones contributivas (mediante sistemas de seguridad social). No obstante, para atender de manera integral estos desafíos resulta imprescindible incorporar de manera transversal el enfoque de género, toda vez que el número de mujeres que experimenta las diversas etapas de la vejez es mayor que el de los varones.

Un dato clave al respecto: se estima que en 2020 había 5.3 millones de mujeres de 65+ y representaron 53.8% de la población en este rango de edad (Conapo, 2023). Sin embargo, esta aparente ventaja de sobrevivencia se convierte en desventaja ante las deficiencias con las que llegan a la vejez y limitan su calidad de vida; las condiciones sociales y de salud han sido particularmente adversas para las actuales generaciones de mujeres en edades avanzadas.

Baste decir que las mujeres mexicanas mayores de 65 años presentan tasas más altas de analfabetismo y menores grados de escolaridad. Sumado a esto, la experiencia vivida históricamente por mujeres y hombres respecto a la división social y sexual del trabajo ha sido absolutamente distinta y desigual. A las mujeres se les ha responsabilizado del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, limitando su participación en la actividad económica: sólo la mitad de las mujeres forman parte de la fuerza laboral, en comparación con las tres cuartas partes de los hombres. Tales circunstancias imponen retos significativos que limitan la capacidad y libertad de las mujeres para involucrarse plenamente en la esfera productiva.

A lo anterior se agrega que las mujeres que participan en el mundo laboral y el trabajo remunerado enfrentan desigualdades de género que repercuten en sus condiciones de vida en etapas posteriores. Por ejemplo, se observa una mayor presencia de mujeres en ocupaciones “femeninas”, definidas por la división sexual del trabajo; en cargos de baja jerarquía y con pocas posibilidades de ocupar puestos de mando, pese a contar con niveles de formación y calificación similares a sus pares varones.

Precariedad por razones de género

Estos factores configuran no sólo las trayectorias de empleo sino, también, de salud y de seguridad social. De este modo, se reduce de forma significativa la estructura de oportunidades para las mujeres, quienes enfrentan una serie de desventajas acumuladas por razones de género en edades avanzadas. Desventajas que se intensifican al agregar su intersección étnica y de clase social.

El desafío de garantizar la seguridad económica en edades avanzadas se potencia con las desigualdades de género, como puede advertirse al analizar la muy diversa situación económica de sectores que viven la vejez; es decir, al contrastar los ingresos o los bienes de las mujeres respecto de la población masculina, de otros grupos de edad y de la población total (Huenchuan y Guzmán, 2007). El género, en este sentido, opera como un factor estratificador que impacta en la posición económica, determinando si ésta será más favorable o desfavorable según el curso de vida de la población femenina.

Los microdatos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022 muestran que las mujeres en edades avanzadas se encuentran en una situación más desfavorable que los hombres:

  • Un menor porcentaje de mujeres participa en la actividad económica, recibe menos estipendios y, en su gran mayoría, se encuentra en condiciones laborales precarias.
  • Un porcentaje más alto de mujeres recibe apoyo económico de otros hogares, aunque en montos promedio considerablemente bajos. Son transferencias condicionadas por la capacidad económica de los hogares, las dinámicas familiares y la naturaleza de las relaciones familiares, entre otros factores. En las próximas décadas, estos apoyos se verán afectados por la reducción en el número de la descendencia, la intensificación de la migración, el aumento de la urbanización y los cambios culturales.
  • Un número significativamente mayor de mujeres no tiene acceso a las pensiones derivadas de las contribuciones laborales. Entre las mujeres predominan las pensiones por viudez, lo que indica que su acceso a estos sistemas no se fundamenta en la titularidad de derechos de ciudadanía ni en las contribuciones que realizan al desarrollo del país. Parte de estas desigualdades de género es resultado de las condiciones en las que se desarrolla la actividad laboral de las mujeres, así como de las restricciones institucionales provenientes de las leyes y normas que rigen los sistemas de seguridad social.
  • Una mayor proporción de mujeres recibe apoyos gubernamentales, incluidas pensiones no contributivas.
  • Un porcentaje alto de mujeres tiene pocas posibilidades de contar con ahorros suficientes.
  • Un porcentaje más alto de mujeres recibe apoyos de redes sociales o instituciones de beneficencia, aunque de poca cobertura y con alcances limitados.

Ante este panorama, garantizar la seguridad económica de las vejeces femeninas es uno de los retos más complejos en materia de políticas públicas. De ahí la necesidad de que el Estado y el mercado proporcionen soluciones equitativas y efectivas para asegurar el bienestar de las mujeres mayores. De ahí también la urgencia de articular acciones preventivas, desde edades tempranas, que eviten la dependencia socioeconómica en la vejez. Esto último, sobra decirlo, es un desafío que compromete a toda la sociedad. Antes de que el futuro nos alcance.


REFERENCIAS

| Consejo Nacional de Población (2023). “Proyecciones de la Población de México y de las Entidades Federativas, 2020-2070”. Disponible en https://bit.ly/3RfG8Ze (Consultado el 14 de diciembre de 2023).

| Ham, Roberto (2003). El envejecimiento en México: el siguiente reto de la transición demográfica. México, México, El Colegio de la Frontera Norte/Miguel Ángel Porrúa.

| Huenchuan, Sandra y José Miguel Guzmán (2007). “Seguridad económica y pobreza en la vejez: tensiones, expresiones y desafíos para el diseño de políticas”, en Notas de población, año xxxiii, núm. 83, Santiago de Chile, CEPAL/CELADE, pp. 99-125. Disponible en https://bit.ly/3TtDthp (Consultado el 14 de diciembre de 2023).

| Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2023). “Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022. Nueva serie”. Disponible en https://bit.ly/3TqgUKx (Consultado el 14 de diciembre de 2023).

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Isalia Nava Bolaños

Instituto de Investigaciones Económicas, Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, UNAM
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