Soberanía condicionada

No hay forma de satisfacer la necesidad de alimentos seguros y saludables, con el menor impacto ambiental posible, sin recurrir a la ciencia y la tecnología. El desafío que enfrenta la humanidad obliga a un cambio de rumbo y a la exploración de nuevos paradigmas.

| Comentario de Agustín López Munguía

Nadie pondría en duda, hoy, la legítima aspiración soberana de los pueblos a tener acceso a alimentos adecuados y a determinar la forma en que los produce. Sin embargo, la situación crítica que enfrenta la humanidad obliga a integrar, dentro de estos derechos, dos elementos de enorme importancia: primero, el costo ambiental de su producción como parte de un análisis de riesgo y factibilidad; segundo, las características que dichos alimentos deben cumplir desde el punto de vista de la nutrición (composición química) y la salud, aspectos intimamente relacionados con la tecnología de producción y la forma de procesamiento, igualmente vinculados con la seguridad alimentaria y la inocuidad.

En este artículo pongo a consideración diversas circunstancias en las cuales soberanía alimentaria —concepto que incluye la participación democrática y la toma de decisiones locales y nacionales en materia de agricultura y alimentación— está condicionada, cada vez más, por la urgencia de satisfacer las necesidades de alimentos seguros y saludables con el menor impacto ambiental posible.

La hipótesis es que este objetivo no puede lograrse sin recurrir a la ciencia y la tecnología; herramientas que, desde la “invención” de la agricultura, no han dejado de evolucionar como una forma de responder a las necesidades humanas. Como apunté en otra parte (López Munguía, 2023), esta evolución corresponde a los avances en el conocimiento de la naturaleza; primero, de forma empírica (incluso antes de la agricultura); posteriormente, con bases científicas a partir de los descubrimientos de Luis Pasteur en el siglo xix; finalmente, de forma acelerada en este siglo, con la consolidación de la biotecnología moderna basada en las ciencias genómicas y la edición genética.

Una sutileza de importantes consecuencias sería usar el término “edición genética” en lugar de “manipulación genética”, dado el nivel de conocimiento que ahora se tiene de estos procesos; así como hablar de “organismos genéticamente editados o modificados”, en lugar de “transgénicos” —estos, quizá, ligados a una forma de producción y a una percepción social que requieren ser analizados. Así, la biotecnología moderna constituye un instrumento que, de la mano de la bioética y de los límites planetarios que a continuación revisamos, resulta imprescindible para corregir y modificar el rumbo que hemos impuesto al planeta. Esta poderosa capacidad quedó demostrada, recientemente, con el desarrollo de nuevas formas de vacunas contra el SARS-Cov-2: ¿cuántos fuimos rescatados mediante una inyección de material genético?

Fronteras planetarias y sociales

En el contexto de los sistemas de producción de alimentos es indispensable traer a colación el concepto de fronteras planetarias, propuesto inicialmente por Johan Rockström y colegas (Rockström, 2009). Se trata de nueve procesos biológicos y fisicoquímicos, cruciales para la estabilidad y la vida en el planeta, que hemos alterado, transpasando límites que ponen en riesgo la existencia de nuestra especie. Las más violentadas de estas fronteras son, obviamente, la pérdida de diversidad, el calentamiento climático global, la acumulación de nitrógeno en los suelos agrícolas y la acidificación de los océanos.

Esta llamada de urgencia se complementó, años más tarde, con la definición de otras fronteras, estas de tipo social, constituidas por los recursos esenciales para una vida digna y justa: alimentos, trabajo, agua, educación, energía,  entre otras  (Raworth, 2012). Cabe señalar que en ninguna de las 11 fronteras señaladas por Raworth hemos llegado a satisfacer las necesidades que garantizarían el bienestar de la humanidad en su conjunto.

En esta misma dirección, Rockström y colegas, en un trabajo reciente publicado en la revista Nature (junio de 2023), retoman estas condiciones afirmando que la estabilidad y resiliencia del planeta y el bienestar de la humanidad son inseparables y deben dejar de tratarse de manera independiente, ya que la justicia es una condición indispensable para que la humanidad pueda vivir sin violar las fronteras planetarias. Plantean, así, que en la búsqueda de procesos sustentables deben considerarse las desigualdades en el acceso a los recursos, la justicia social, la sostenibilidad ambiental y la preservación de la diversidad cultural y agrícola.

Para cumplir estos propósitos en materia de alimentación enfrentamos un escenario muy complejo, en el que parecen confrontarse lógicas y requerimientos igualmente legítimos: por un lado, los derechos de los agricultores y las comunidades locales, la protección del conocimiento tradicional y las prácticas agrícolas asociadas; por el otro, los objetivos de autosuficiencia alimentaria, centrada principalmente en producir alimentos suficientes en calidad y cantidad para una población que no deja de crecer y, al mismo tiempo, exige productos para una dieta económicamente accesible y diversa. Por si fuera poco, estos alimentos deben producirse en la misma —o en una menor— superficie agrícola, en un medio ambiente en crisis —derivada de la violación de los límites que marcan las fronteras planetarias y caracterizada, también, por la escasez de agua potable, el agotamiento de los suelos agrícolas y el surgimiento de plagas cada vez más poderosas, entre otras limitantes.

No obstante todo esto… parece que seguimos viviendo ajenos a esta crisis y a esta encrucijada: el tema de la sustentabilidad y las alertas (reales y virtuales) no han logrado  llevarnos a modificar nuestros hábitos y comportamiento como individuos, como sociedad y como nación. Mientras tanto, el planeta se sigue calentando.

Considero que esta problemática obliga a un cambio radical de rumbo, como propone Rockström, empleando nuestra mejor actitud: la racionalidad científica; nuestras mejores herramientas: las biotecnologías, y nuestra principal estrategia: la educación. Aunque para ello se requieren nuevos diálogos, particularmente con quienes piensan de otro modo o parten de premisas distintas.


REFERENCIAS

| López Munguía, Agustín (2023). “Biotecnología del ayer, hoy y mañana”, Confabulario, El Universal, 15 abril [https://confabulario.eluniversal.com.mx/biotecnologia-del-ayer-hoy-y-manana/].

| Raworth, Kate (2012). “A Safe and Just Space for Humanity”. Oxfam Discussion Papers [https://www-cdn.oxfam.org/s3fs-public/file_attachments/dp-a-safe-and-just-space-for-humanity-130212-en_5.pdf].

| Rockström, Johan et al. (2009). “Planetary Boundaries: Exploring the Safe Operating Space for Humanity”. Ecology & Society, vol. 14, no. 2 [https://www.ecologyandsociety.org/vol14/iss2/art32/].

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Agustín López Munguía

Instituto de Biotecnología, UNAM
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