La arquitectura hostil implica diseñar espacios urbanos para disuadir comportamientos no deseados, como la presencia de personas sin hogar. Sin abordar las causas subyacentes, esta práctica tiende a marginar a ciertos grupos, generando controversia sobre la ética del diseño urbano.
Aunque los espacios habitados por las personas en la actualidad suelen tener una arquitectura adaptada a sus necesidades, el término “hostil” contradice estas mismas necesidades. El entorno debería adaptarse a las necesidades de los habitantes, no al revés. Por lo tanto, la arquitectura hostil es un término utilizado en los últimos años para denotar el diseño de espacios urbanos con el objetivo de controlar y disuadir comportamientos específicos de ciertas personas con intereses particulares.
Los principales afectados suelen ser personas sin hogar y la clase trabajadora, debido al control del espacio. Si bien la intención de la arquitectura es invitar al uso del espacio público, ciertas características lo vuelven hostil. Estas características incluyen:
- Elementos disuasorios, como picos en superficies planas, inclinaciones en bancas que dificultan la comodidad, divisiones marcadas para delimitar espacios, y puertas, barandales y cercas con elementos que dificultan el acceso.
- El uso de equipos de iluminación y sonido que pueden resultar molestos, obligando a las personas a retirarse.
- El uso de vegetación con espinas o árboles con ramas bajas para evitar que las personas se refugien en ellos, lo que puede ocasionar daños a quienes intenten coexistir con el espacio.
Aunque inicialmente se puede justificar la implementación de estas características como una forma de mejorar la seguridad o la limpieza de los espacios urbanos, en realidad generan exclusión y marginación de grupos vulnerables, así como limitaciones para el resto de la población, en sus actividades cotidianas o deportivas. Esto conduce a una gran controversia sobre la ética del diseño urbano.
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