La ciudad: espejo de experiencias compartidas

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Para salir de la artificiosa dicotomía urbano-rural es indispensable revisar la compleja interacción entre sociedad, urbanización y naturaleza. En este ensayo “a cuatro manos”, una ecóloga y un urbanista exploran los vínculos entre disciplinas que buscan imaginar otros destinos para la ciudad.

| Artículo de Yosune Miquelajáuregui y Javier Delgado

En la actualidad, pensar el ambiente nos lleva a reflexionar sobre la interacción compleja que existe entre sociedad, urbanización y naturaleza. Al mirar hacia la ciudad nos encontramos con un panorama que dista de ser prometedor. La ciudad contemporánea, a pesar de sus avances y comodidades, nos revela con frecuencia desafíos abrumadores. Desde fines del siglo XIX, la dicotomía urbano-rural sirvió al funcionalismo para explicar —describir sería más adecuado— cómo se entendía la expansión de la ciudad sobre el campo. Apenas medio siglo después, esa interpretación mostró sus limitaciones conceptuales. En la actualidad, difícilmente explica de forma convincente cómo es posible dejar de lado los impactos ambientales de la ciudad cuando se valora, principalmente, su funcionamiento.

La ecología ofreció otra perspectiva: los daños ambientales los causa una ciudad que no funciona como debería. Entonces se afianzó en el imaginario una dicotomía más que vino a empeorar la tensión entre expansión urbana y preservación del ambiente: la ciudad, por un lado, y lo ambiental, por allá, en “el campo”. Para enfrentar la complejidad urbana, Le Corbusier sintetizó en cuatro las funciones esenciales de cualquier ciudad: habitar, trabajar, ofrecer servicios y transitar en ellas; pero esto, siempre y cuando las funciones se planificaran. La ciudad planificada sería eficiente y moderna. Mientras tanto, desde la ecología se asumía como compromiso de la nueva disciplina lograr el equilibrio entre los excesos de un entorno construido de manera poco responsable y la preservación ambiental.

El sueño de la ciudad ideal fue efímero. Después de la Segunda Guerra Mundial, el urbanismo fue clave para la reconstrucción, rápida y a bajo costo, de ciudades completas destruidas por el conflicto bélico. Sobre esos métodos y técnicas puestos en marcha prosperó la idea de “zonificación” como base de la planeación urbana funcionalista. Esta noción se extendió a las ciudades en continentes, regiones y ecosistemas muy distintos entre sí por la peculiaridad de su historia, sus culturas y, por supuesto, sus condiciones ambientales.

Muy pronto, ese primer momento de éxito mostró su fragilidad en términos ambientales. Las soluciones imaginadas para revitalizar ciudades y mejorar la calidad de vida dañaron a los ecosistemas. La función de habitar desembocó en grandes unidades habitacionales de alta densidad y escasa habitabilidad; el lugar del trabajo se dividió —zonificó— en áreas industriales de cuello azul, en las periferias y distritos de oficinas de cuello blanco, en el centro. De la amplia gama de los servicios urbanos, el comercio se apropió del centro, al tiempo que ocupaba localizaciones estratégicas; es decir, las más rentables, para construir grandes centros comerciales. A la larga, la función urbana que resultó ser la más favorecida fue la de facilitar el acceso a todas esas zonas: el transporte automotor se adueñó de las calles, una de las herencias históricas más bellas que nos legaron las ciudades… antes de ser planificadas.

Frente a la imposición material de esa herencia: poner la ciudad al servicio de actividades modernas con pésima habitabilidad para las personas, la sostenibilidad que enarbola la ecología nos proporciona la posibilidad de cuestionar las medidas prácticas del funcionalismo y repensar la planeación urbana convencional.

Este ensayo aspira a llevar al lector más allá de la frontera artificial y arbitraria entre ecología y funcionalidad urbana. La propuesta es embarcarnos en una lectura “a cuatro manos” entre ambos campos, desafío intrigante pero irresistible. Es necesario destacar que este ensayo se basa, principalmente, en la intuición académica, más que en el rigor de la investigación científica, por lo que se recomienda considerarlo en ese contexto.

Son pocos, pero importantes, los puntos de contacto entre ecología y funcionalidad urbana. El primero de ellos es que son sistemas interconectados. El segundo atañe al concepto de sostenibilidad que los articula a través de ciclos y flujos. El tercero, a las nociones de equilibrio y resiliencia como formas idóneas para adaptarse a los cambios. El reconocimiento de estos puentes entre una y otra disciplina puede orientar el diseño integral de investigaciones desde su concepción original.

Sistemas socioambientales interconectados

Una red de sistemas, que transitan entre lo ecológico y la funcionalidad urbana, afecta directa e indirectamente a otros sistemas. Esta red refleja la complejidad de los sistemas naturales y urbanos, ya que cualquier cambio en uno de sus componentes se propaga al sistema en su conjunto. Si el cambio es nocivo para uno de los componentes, daña todo el conjunto. En el campo de la ecología, la red de interacciones se manifiesta entre especies, en los ciclos biogeoquímicos (elementos químicos de los seres vivos) y en la dinámica de los ecosistemas. Si un determinado cambio en la población de una especie influye en la vegetación y la calidad del suelo, con seguridad afectará la cadena alimentaria.

Por el lado de la funcionalidad urbana, los sistemas de infraestructura, transporte, uso del suelo y servicios públicos forman sus redes propias. El funcionamiento de las redes de transporte repercute en la movilidad y el flujo de las personas, pero impactan también en la economía local y la calidad del aire. La disposición de las calles y carreteras, así como la ubicación y operación de servicios públicos —el abasto de agua, por ejemplo— son nodos que se conectan directamente a esta red.

Para entender mejor la conexión interna de los sistemas socioambientales es necesario abordarlos de manera integral, desde su origen, y no como el resultado de cada uno por separado. Reconocer esta red de sistemas es esencial para tomar decisiones informadas y sostenibles, visualizar las múltiples capas de influencia y la dinámica de relaciones complejas que las caracterizan.

Ciclos y flujos

La ecología y la funcionalidad urbana interactúan mediante ciclos naturales y flujos de recursos propios de sus respectivos ámbitos geográficos. Los ciclos ecológicos van desde el vital ciclo del agua hasta la circulación de nutrientes esenciales y la dinámica energética que da vida a los ecosistemas. Estos son los cimientos de la vida en la naturaleza que aseguran un equilibrio delicado y la biodiversidad que le es propia. El ciclo del agua y la circulación de nutrientes, por ejemplo, favorecen la estabilidad de los ecosistemas y el funcionamiento de la cadena alimenticia.

Los ciclos ecológicos despliegan una danza natural que sustenta la vida en el planeta. Pero esos mismos procesos conforman una huella ambiental de las ciudades generada por la dinámica de flujos de energía, de recursos, que impulsan la vida urbana. Sin importar el tamaño de la ciudad, los movimientos activos y fluctuantes de la movilidad interna reflejan el pulso constante de la forma de vida urbana. Al mismo tiempo, el uso de energía en la ciudad es un motor de su actividad diaria que define la sostenibilidad y eficiencia energética.

Por último, la complejidad de los sistemas para el manejo de residuos es un desafío para la gestión urbana y la reducción de su impacto ambiental, si se busca el bienestar general del entorno urbano. Estos componentes de la funcionalidad de la ciudad son esenciales para mejorar el tejido socioambiental en la ciudad moderna.

Equilibrio y sostenibilidad

Tanto la ecología como la funcionalidad urbana aspiran a lograr un equilibrio sostenible. En el ámbito ecológico, el equilibrio de un ecosistema se entiende como la interacción y regulación continua de sus componentes, lo que permite la adaptación y evolución del sistema a lo largo del tiempo.

En un equilibrio ecológico, las diferentes especies coexisten en proporciones que posibilitan a cada una desempeñar su función única y esencial en la red interconectada de la naturaleza. Las interacciones entre organismos, como la depredación, la competencia y la simbiosis, contribuyen a la fluidez del equilibrio. Estas relaciones están en constante cambio, pero dentro de límites específicos que preservan la estabilidad general del ecosistema. Es decir, aunque se produzcan fluctuaciones y adaptaciones, el sistema mantiene una armonía fundamental que favorece el desarrollo continuo de la vida en su entorno natural. La conservación de este equilibrio implica no sólo la protección de especies individuales sino, también, la preservación de las interconexiones y procesos que sustentan la salud y la diversidad del ecosistema en su conjunto.

Por su parte, en el contexto urbano, el concepto de equilibrio se traduce en la aplicación de prácticas que garanticen una gestión sostenible de los recursos, una planificación urbanística adecuada y una reducción efectiva de los impactos ambientales. Este equilibrio urbano implica la satisfacción de las necesidades presentes de la comunidad y la preservación y mejora del entorno para las generaciones futuras, lo que conlleva a la búsqueda de la justicia social.

La gestión eficiente de recursos abarca desde el uso responsable del agua y la energía hasta la optimización de los materiales y la minimización de residuos. La planificación urbanística sostenible busca crear entornos urbanos que promuevan la movilidad sostenible, la integración de espacios verdes y la eficiencia en la distribución de servicios públicos, contribuyendo así a la calidad de vida de los habitantes y a la salud del ecosistema urbano. Reducir de manera efectiva los impactos ambientales supone la implementación de tecnologías respetuosas con el medio ambiente, la promoción de prácticas de construcción sostenible y la adopción de políticas que mitiguen la contaminación y promuevan la resiliencia urbana frente a los cambios climáticos.

En resumen, el equilibrio en el contexto ecológico y urbano implica una cuidadosa armonización de las necesidades humanas y la preservación del entorno, manteniendo la estabilidad esencial que permita un desarrollo urbano económicamente viable, socialmente equitativo y ambientalmente sostenible.

Resiliencia y adaptabilidad

La adaptabilidad y la resiliencia ante cambios y perturbaciones no esperados son de fundamental importancia para la ecología y la funcionalidad urbana.

En el ámbito de la ecología, la resiliencia alude a la capacidad intrínseca de los ecosistemas para recuperarse de disturbios, mantener su equilibrio y preservar la biodiversidad a pesar de los desafíos ambientales. Por el lado de la funcionalidad urbana, la adaptabilidad se refiere a la capacidad de las ciudades para ajustarse y evolucionar de manera efectiva ante cambios demográficos, económicos o climáticos.

En ecología, la resiliencia se manifiesta en la capacidad de los ecosistemas para resistir, absorber y adaptarse a ambientes cambiantes y altamente inciertos, como incendios forestales o cambios en las condiciones climáticas. Esta capacidad de recuperación es esencial para preservar la estabilidad y la funcionalidad de los ecosistemas a largo plazo. Los sistemas resilientes tienen la capacidad de mantenerse y evolucionar ante el cambio.

En el contexto urbano, la resiliencia implica la capacidad de las ciudades para afrontar y recuperarse de eventos imprevistos o cambios significativos. Esto engloba la capacidad de adaptarse a variaciones en la demanda de recursos, gestionar crisis económicas y abordar desafíos climáticos, como inundaciones o fenómenos meteorológicos extremos. En la funcionalidad urbana, tanto la adaptabilidad como la resiliencia emergen como atributos esenciales para salvaguardar la estabilidad y el bienestar a largo plazo, ya sea en el entorno natural o en el entramado urbano.

El pensamiento resiliente propone un enfoque que destaca y explicita la relación de interdependencia entre los sistemas sociales y naturales, reconociéndolos como Sistemas Complejos Adaptativos (SCA). Este planteamiento implica comprender la dinámica fluida entre los elementos sociales y naturales, reconociéndolos como componentes interconectados de un sistema más amplio. Al adoptar la perspectiva de los SCA se enfatiza la necesidad de abordar los desafíos de manera integral, considerando las interacciones dinámicas y las adaptaciones continuas que caracterizan la complejidad inherente a estos sistemas.

A manera de conclusión

La ecología y la funcionalidad urbana tienen similitudes esenciales: la interconexión de sistemas, la importancia primordial de la sostenibilidad y la necesidad imperante de adaptarse a los cambios. En la búsqueda de un futuro armonioso, la comprensión y aplicación conjunta de estos principios se erigen como pilares indispensables para modelar ciudades resilientes y ecosistemas saludables, tejidos con la sabiduría de adaptarse y perdurar en el dinámico entramado de la vida moderna.

Estas convergencias revelan a la ciudad como un fiel reflejo de nuestra identidad colectiva; somos nosotros, en esencia, encapsulando tanto lo admirable como lo desafiante, encarnando nuestras aspiraciones y nuestras devastaciones, desde lugares tan distantes como Gaza y Kiev hasta momentos históricos como la grandiosa Tenochtitlan. La ciudad, en toda su complejidad, se convierte en un espejo de nuestras experiencias compartidas.

Al evaluar una ciudad podemos medir y ponderar sus entornos ambientales de diversas maneras, siendo un lienzo que acepta tantas respuestas como preguntas podamos formular. Es un espacio propicio para proyecciones y, por supuesto, para poner en marcha la capacidad humana de imaginar otros destinos.

La ciudad, expresó atinadamente Milton Santos, es el artefacto cultural más fascinante que ha existido. Esta reflexión fundacional nos invita a imaginar un futuro más alentador para nuestras ciudades históricas y sus entornos, que han sido destruidos y reconstruidos innumerables veces a lo largo de la historia.

En su continua transformación, la ciudad sigue siendo el lienzo en el que pintamos nuestras narrativas colectivas y vislumbramos el porvenir de nuestras comunidades urbanas actuales y futuras.


REFERENCIAS

| Eakin, Hallie et al. (2017). “Urban Resilience Efforts must Consider Social and Political Forces”, en PNAS, vol. 14, núm. 2. Disponible en https://bit.ly/4cCXARw (Consultado el 31 de marzo de 2024).

| Kates, Robert W. (2011). What Kind of a Science is Sustainability Science?,en PNAS vol. 108, núm. 49, pp.  19449-19450. Disponible en https://bit.ly/3TXXcFY (Consultado el 31 de marzo de 2024).

| Le Corbusier (2001). La ciudad del futuro, Buenos Aires, Ediciones Infinito.

_______ (2010). Cómo concebir el urbanismo, Buenos Aires, Ediciones Infinito.

| Miquelajáuregui, Yosune et al. (2019). “La ciudad de México y la urgente transformación hacia un futuro sostenible”, en Oikos. Disponible en https://bit.ly/3TIPQVd.

_______ (2022). “Exploring the Spatial Distribution of Air Pollution and Its Association with Socioeconomic Status Indicators in Mexico City”, en Sustainabillity, vol. 14. núm. 22. Disponible en https://bit.ly/49lGkxp (Consultado el 31 de marzo de 2024).

| Santos, Milton (1996). Metamorfosis del espacio habitado, Madrid, Oikos-Tau.

_______ (2017). Ensaios sobre a urbanizacao latino-americana, Sao Paolo, Brasil, Universidad de Sao Paolo.

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Yosune Miquelajauregui y Javier Delgado

Laboratorio Nacional de Ciencias de la Sostenibilidad, Instituto de Ecología, UNAM | Instituto de Geografía, UNAM