Contra mitos y prejuicios

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En México, 14% de la población tiene 60 años o más, porcentaje equivalente a 18 millones de personas. De este segmento, entre 15 y 20% tiene alguna dificultad para caminar; lo que significa, en números redondos, que la inmensa mayoría de adultos mayores puede realizar sus actividades diarias en condiciones de “normalidad”. Sin embargo, la sociedad aún reproduce estereotipos que marginan y discriminan… para no hablar de las condiciones socioeconómicas que agudizan en la vejez los lastres de un país profundamente desigual.

| Reportaje de María Luisa Santillán

El envejecimiento es un proceso fisiológico natural que experimentan los seres humanos y no puede revertirse. Pero no todos envejecemos de la misma forma ni al mismo tiempo. Estas diferencias están relacionadas con una combinación de diversos factores, como la genética, las condiciones de vida, las enfermedades y el cuidado que tuvimos con nuestro organismo durante otras etapas.

Actualmente, han surgido conceptos como envejecimiento activo o saludable, calidad de vida o propósito de vida en la vejez; ideas impulsadas desde la academia, los organismos internacionales y los gobiernos con el objetivo de que los adultos mayores lleguen a esta etapa en plenitud y no sólo enfocados al tratamiento de alguna enfermedad.

Impulsar estos conceptos en este grupo poblacional no ha sido fácil; entre otras cosas, porque no es lo mismo envejecer en países con alto nivel de desarrollo que en las regiones pobres o subdesarrolladas del mundo. A lo anterior se agregan muchos estereotipos relacionados con la vejez, mitos y prejuicios que prevalecen en el imaginario colectivo y se reproducen en la vida cotidiana de las sociedades.

Longevidad, éxito de la ciencia

La sociedad mexicana vive un franco proceso de envejecimiento: 14% de su población tiene 60 años o más; esto equivale a cerca de 18 millones de personas, según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo Nueva Edición (ENOE) de 2022. Esta cifra ha variado mucho y seguirá cambiando: de acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), a mediados del siglo xx los adultos mayores representaban sólo 5% de la población; para 2050 serán 23%.

Alcanzar estas cifras ha sido producto de muchas variables, entre ellas la ciencia, ya que el avance médico en materia de vacunación e infecciones ha permitido a las personas alcanzar edades imposibles hace seis o siete décadas. Muchos vieron morir a sus abuelos a los 50 o 55 años, circunstancia que hoy no ocurriría al menos que fuera por una enfermedad grave o por situaciones como accidentes, pues en nuestro país un adulto mayor funcional tiene una esperanza de vida de hasta 80 años.

La doctora María Montero y López Lena, de la Facultad de Psicología de la unam e integrante del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez, explica que, en la actualidad, el envejecimiento debe ser visto como un éxito:

Por primera vez en toda la historia de la humanidad conviven cuatro generaciones. Esto es producto del conocimiento, de la ciencia, de cómo se puede aportar para prolongar la vida funcionalmente. Pero, aunque es un éxito, no sabemos qué hacer con él porque no sabemos envejecer.

Por lo tanto, es importante empezar a desmitificar muchas de las creencias que han predominado en nuestra sociedad sobre esta materia. La vejez es una etapa estigmatizada porque se piensa que los viejos ya no son económicamente productivos. Sin embargo, es importante destacar que, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), tres de cada diez adultos mayores trabajaron o buscaron trabajo en 2020. Situación que, al mismo tiempo, refleja las condiciones precarias del mundo del trabajo en el país.

Además, en los hogares son una fuerza laboral no reconocida. Participan, por ejemplo, en el cuidado de los nietos o de algún enfermo, los quehaceres del hogar, la realización de trámites y el pago de servicios. El doctor Víctor Manuel Mendoza Núñez, jefe de la Unidad de Investigación en Gerontología de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la unam, explica que en México no existen cifras sobre lo que esto representa en términos económicos. Sin embargo, se tiene la referencia de que en España el ingreso no reconocido en adultos de entre 55 y 74 años equivale a 106 millones de euros.

El desarrollo humano es muy similar a lo largo de la vida. Por ejemplo, los niños comienzan a caminar más o menos a la misma edad; en tanto, la menstruación, la menopausia y la andropausia aparecen casi al mismo tiempo en mujeres y hombres, respectivamente. Pero en el envejecimiento todo cambia. Ahí, cada uno lo hace a su propio ritmo y de acuerdo con circunstancias particulares.

Por ello se afirma que existen muchas vejeces. La que viven las mujeres y los hombres es muy distinta, lo mismo que hay diferencia entre vivirla en áreas rurales o urbanas. A esto se agregan condiciones materiales y socioculturales: transitar esta etapa con la familia o en una casa de asistencia, vivirla sano o enfermo.

Hay tantas formas de envejecer como personas existen en el mundo. No sólo envejecemos a diferente velocidad sino, incluso, nuestro propio cuerpo envejece de diferente manera: puedo tener pérdida de la vista, pero mi audición está perfecta; o un problema cardiaco, pero mi hígado está bien. No todos nuestros órganos se deterioran al mismo tiempo.

Así lo explica la doctora Ana Luisa González Celis Rangel, profesora-investigadora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM.

Desde la biología se dice que el envejecimiento inicia a partir de que nacemos. Pero esta postura no es compartida por psicólogos y gerontólogos. Los primeros señalan que algunas teorías del desarrollo dictan que el ser humano nace, crece, aprende, socializa y madura biológicamente alrededor de los 30 años y, después, empieza el decaimiento.

La posición de los gerontólogos es otra, afirma el doctor Mendoza Núñez:

Nosotros planteamos que los niños crecen y se desarrollan; los niños no envejecen: no puedo dejar de tener algo que no he tenido. La propuesta que hacemos es que el envejecimiento inicia alrededor de la quinta década de la vida, alrededor de los 45 años. Esto coincide con la menopausia, con la andropausia y todos los cambios que notamos.

En esta perspectiva, la Organización de las Naciones Unidas (onu) establece que la vejez empieza a los 60 años, aunque en los países desarrollados se considera que a partir de los 65 años.

Bases biológicas

En cada etapa de la vida las personas experimentan cambios en su organismo. En el envejecimiento se han observado cambios a nivel corporal, del sistema digestivo, cardiovascular, respiratorio y nervioso. Muchos de ellos dependen de qué tan saludables llegamos a esa edad, cuáles fueron nuestras costumbres alimenticias e, incluso, de las condiciones psicológicas o emocionales.

En su ensayo titulado “Envejecimiento y vejez”, el doctor Mendoza Núñez señala que esta etapa “se caracteriza por una disminución en la eficiencia del funcionamiento de los órganos y sistemas del individuo y un incremento del riesgo para adquirir enfermedades agudas y crónicas”.

Aunque es normal que se presenten cambios a nivel molecular y celular, en la actualidad vivimos un envejecimiento muy acelerado por el estilo de vida, lo que ha llevado a que la población envejezca con enfermedades neurodegenerativas, cardiovasculares y metabólicas como nunca se había visto en la historia de la humanidad.

La doctora Nadia Alejandra Rivero Segura, investigadora del Instituto Nacional de Geriatría, explica que se ha relacionado el envejecimiento con un declive normal de nuestro organismo, como si llegar a viejos fuera un sinónimo de enfermedad y discapacidad. En este sentido, menciona que no debemos “normalizar” viejos mitos, como eso de que al llegar a la “tercera edad” se duerme menos tiempo, que se necesita bastón o se tienen olvidos frecuentes: “Es normal tener una disminución en la marcha, pero no que no puedas levantarte de tu asiento y caminar 100 metros sin ninguna dificultad”.

Especialista en marcadores moleculares en el envejecimiento y senescencia celular, Rivero Segura explica:

Tratamos de buscar, desde el punto de vista de las bases biológicas del envejecimiento, por qué envejecemos para poder intervenir. No buscamos fármacos, que son los geroprotectores, para buscar la vida eterna; simplemente queremos que nuestra expectativa de vida vaya en sincronía –o sea simultánea– a nuestra calidad de vida y que podamos envejecer de la mejor manera.

La gerociencia busca estudiar los mecanismos biológicos presentes en el envejecimiento y su relación con el desarrollo de enfermedades en esa edad. También reconoce que el envejecimiento biológico se relaciona con otros aspectos de nuestra vida que deben estudiarse desde la dietética, la sociología, la psicología y la educación, entre otras disciplinas. Además, explora tratamientos farmacológicos y no farmacológicos. Finalmente, la gerociencia subraya el aspecto de la prevención: todos estos cambios moleculares y celulares ocurrirán conforme la vida avance, pero cada persona puede implementar estrategias no farmacológicas para vivir una vejez más saludable.

Una manera de entender por qué envejecemos es mediante los marcadores moleculares del envejecimiento (hallmarks of aging), establecidos en 2013 por los investigadores Carlos López Otín, María A. Blasco, Linda Partridge, Manuel Serrano y Guido Kroemer. Los autores establecieron estos marcadores con base en un trabajo publicado por Douglas Hanahan y Robert Weinberg en 2000, donde enumeraban seis características particulares del cáncer, con lo que establecieron que esos cambios a nivel molecular siempre determinan este proceso.

Marcadores del envejecimiento

  1. Inestabilidad genómica. Se relaciona con errores de replicación en nuestro adn que se acumulan con el tiempo.
  2. Desgaste de los telómeros. Ocurre por la edad. Estos se encuentran al final del cromosoma, son regiones cortas del dna que, cada vez que se replica, los hace más cortos, al grado que la célula ya no puede replicarse y muere o entra en senescencia.
  3. Alteraciones epigenéticas. Se relacionan con la exposición a distintos factores ambientales (como alimentación, sedentarismo o actividad física, por ejemplo). Esto provoca cambios en la manera en la que se expresan los genes, e impide que se lleven a cabo procesos celulares que, normalmente, estarían bien regulados. La acumulación de estas alteraciones puede manifestarse en distintas enfermedades durante el envejecimiento.
  4. Pérdida de proteostasis. Se presenta cuando no se eliminan proteínas defectuosas que se acumulan y generan estrés en las células. En el envejecimiento contribuyen a la aparición de enfermedades como Alzheimer y Parkinson.
  5. Detección desregulada de nutrientes. Ante una ausencia de nutrientes las células pueden repararse, pero “cambios en la disponibilidad y composición de los nutrientes hacen que las células envejezcan más rápido”.
  6. Disfunción mitocondrial. Conforme envejecemos, la mitocondria (organelo que genera la mayor cantidad de energía en nuestras células) deja de ser funcional, lo cual lleva a que la célula muera o se vuelve senescente.
  7. Senescencia celular. Se vincula con el hecho de que las células dejan de dividirse, y se acumulan defectos y células senescentes que contribuyen al envejecimiento.
  8. Agotamiento de las células madre. Se presenta una disminución de éstas, por lo tanto, la posibilidad de que se regeneren disminuye y los tejidos y órganos fallan.
  9. Comunicación intercelular alterada. Al envejecer las células se mandan mensajes erróneos, lo que provoca inflamación y alternaciones en el metabolismo que pueden provocar enfermedades como la diabetes.

Explica la doctora Rivero Segura:

Todo proceso biológico de envejecimiento implica un deterioro a nivel molecular; por eso vamos envejeciendo con tantos problemas. Actualmente se están diseñando muchas intervenciones que buscan atacar cada uno de estos blancos moleculares para poder mejorar el envejecimiento.

Estas estrategias pueden ser a nivel farmacológico o no farmacológico. Entre estas últimas opciones se encuentran la alimentación saludable, el ejercicio físico (caminar, al menos, 30 minutos diarios) y dormir entre siete y ocho horas. Se ha visto que estas acciones, por sencillas que parezcan, tienen una relación directa con nuestras células y pueden provocar cambios positivos en los adultos mayores.

Nuevos paradigmas

En las últimas décadas, uno de los parteaguas fundamentales en el estudio sobre el envejecimiento y la vejez fue entender cómo ha cambiado la población de adultos mayores: cuáles son sus capacidades físicas e intelectuales, cuál es el contexto en el que viven, las condiciones de salud mental y física, así como de socialización o calidad de vida.

El doctor Mendoza Núñez comenzó a trabajar en estos temas desde 1992. Recuerda que, en aquel tiempo, se tenía una visión completamente distinta de la vejez. Hace treinta años, en México, eran pocos los esfuerzos por estudiar y atender a esta población. Aunque se sabía que la tendencia era que nos dirigíamos a ser un país envejecido, no era un tema emergente.

Desde el ámbito académico, uno de estos esfuerzos fue la creación, en 1992, del primer curso postécnico de Enfermería Geriátrica y Gerontológica, que se impartía en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Zaragoza de la UNAM. Con este antecedente, en 1994 surgió el Diplomado en Gerontología, que se ha realizado de manera ininterrumpida hasta la fecha.

En países que ya tenían una población envejecida, como España, se contaba con maestrías en Gerontología Social que preparaban a estudiantes en este campo. El doctor Mendoza Núñez la cursó a finales de 1994; dos años más tarde, creó la Unidad de Investigación en Gerontología de la unam, pionera en el área de la gerontología comunitaria.

Con estos avances desde el campo académico se empezó a conformar una visión distinta del envejecimiento y la vejez, pues se reconocía la relevancia de la actividad social y productiva para el desarrollo y la salud de adultos mayores funcionales. El doctor Mendoza Núñez comenta:

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya lo señalaba, pero de manera marginal. Nosotros, en algunos documentos, resaltamos la importancia de la capacidad funcional para que la persona fuera independiente. Fue hasta 2015 que la OMS define “envejecimiento saludable” y señala la capacidad funcional como elemento clave. Pero nosotros ya lo teníamos claro desde antes y estábamos trabajando en ello.

Así aparecieron conceptos como envejecimiento activo y envejecimiento saludable. El primero se enfoca a que el adulto mayor sea quien tome sus propias decisiones, opine, reclame sus derechos (seguridad social y servicios médicos de calidad) y participe en la vida comunitaria. En cuanto al segundo, la OMS lo define como “un proceso continuo de optimización de oportunidades para mantener y mejorar la salud física y mental, la independencia y la calidad de vida”.

Otro cambio de paradigma está relacionado éste último concepto: calidad de vida, que la oms definió en 1998 como “la percepción que tienen los individuos sobre su posición en la vida, en el contexto de su cultura y sistema de valores en la cual ellos viven, y en relación con sus metas, expectativas y estándares de intereses”.

Para lograr esta calidad de vida, los adultos mayores pueden enfocarse en encontrar un propósito en su existencia y un crecimiento personal, asegura la doctora Ana Luisa González Celis Rangel, especialista en psicología del envejecimiento. Esto forma parte del bienestar eudaimónico: las metas que se fija una persona, qué tanto las ha alcanzado, qué le gustaría hacer para desarrollarse y qué cosa nueva le gustaría aprender.

Sin embargo, la doctora González Celis Rangel explica que para lograr un bienestar en la vejez y un envejecimiento saludable, es necesario dotar al adulto de mayores recursos. Por ejemplo: acceso a los servicios de salud, transporte público adecuado, lugares de esparcimiento, intervenciones para fortalecer la memoria, habilidades para mantener una buena relación con su familia, etcétera.

Puntualiza la investigadora:

El gobierno no cuenta con los suficientes recursos para atender a toda la población adulta mayor, porque tiene que administrar los pocos recursos y destinarlos a lo más urgente. Entonces, ¿quién se ha hecho cargo del adulto mayor? La familia, que no está equipada, no tiene recursos (y no necesariamente económicos) para poder convivir con el adulto mayor.

Prejuicios y estereotipos

Pese a los esfuerzos por cambiar los estereotipos sobre la vejez, también han aún existen prejuicios como el “viejismo”: la discriminación y el rechazo a las personas mayores por el simple hecho de serlo. María de la Luz Martínez Maldonado, en su ensayo “Prejuicios y estereotipos de la vejez: ‘viejismo’”, destaca que “el viejismo permite a las generaciones más jóvenes ver a los viejos como personas diferentes a ellos mismos, por lo que sutilmente dejan de reconocerlos como seres humanos”.

Este rechazo y marginación no viene únicamente de la sociedad en general, sino también de la propia familia. Algunas clases de “viejismo” son estereotipos, como decir que todos los viejos son sabios o tiernos; que son necios, testarudos o incapaces de aprender algo nuevo. También lo es representarlos con imágenes de personas con bastón, calvos, sin dientes, encorvados o en sillas de ruedas.

El doctor Mendoza Núñez explica que una forma de “viejismo” se da cuando alguien le dice a un adulto mayor, con buena salud, que se ve más joven y no aparenta su edad. “Como si para estar bien hubiera que estar joven; es decir, como si no se pudiera ser viejo y estar bien”.

Otro tipo de discriminación que fomenta el “viejismo”, agrega, son las filas preferenciales para los adultos mayores en los bancos o supermercados, pues se piensa que cumplidos los 60 años las personas ya necesitan un trato especial, cuando la mayoría de ellas son completamente funcionales. Con estas acciones se excluye a esta población de convivir con otros. “Las filas preferenciales tienen que ser para todos los que lo necesitan, de la edad que sean, pero no poner como equivalente discapacidad/viejo”, puntualiza el investigador.

Los tipos de “viejismo” que surgen desde la familia tienden a restar autonomía a los adultos mayores. Por ejemplo, no permitirles realizar actividades por ellos mismos, como ir al banco, hacer sus compras o pagar sus servicios. Con estas acciones se adelanta la dependencia física y se enmascara el maltrato con supuestas acciones de cariño: cuando se les sienta en una silla de ruedas, aunque no lo necesiten, para que no se cansen. Al respecto, el doctor Mendoza Núñez enfatiza que este tipo de acciones no siempre se hacen para ayudar al adulto mayor, sino para beneficiar a quien lo cuida, sean los hijos o los nietos: “Lo están haciendo por ellos, porque tienen prisa y se quieren facilitar la vida”.

Sobre el maltrato enmascarado, la doctora María Montero y López Lena explica que también sirve para invisibilizar al adulto mayor al no permitirle decidir qué comer, qué ropa comprar, a qué hora dormir:

Tenemos hijos que no se dan cuenta de que, para ellos, es muchísimo más fácil tomar las decisiones porque es más rápido; y si tienen posibilidades, contratan a enfermeras. Ellos deciden qué hacer con el adulto mayor y así están tranquilos, pues ya todo está controlado. Pero hijos controladores generan padres dependientes.

La psicóloga agrega que otra acción discriminatoria es “infantilizar” a los adultos mayores, tratarlos como niños. Un maltrato enmascarado que les niega su experiencia, edad y valía.

El siguiente paso: “vivienda colaborativa”

Hoy es muy común encontrar, en casi cualquier pueblo o ciudad del país, grupos de adultos mayores que se reúnen a charlar, bailar, tomar cursos o participar en talleres de diversas disciplinas. En ellos ha permeado la idea de que se puede transitar a la tercera edad sin perder el gusto por la vida.

Un antecedente de estos grupos fue la experiencia de los “núcleos gerontológicos” formados en la Unidad de Investigación en Gerontología de la actual Facultad de Estudios Superiores (FES) Zaragoza hace casi treinta años. Estaban integrados por entre ocho y 15 personas mayores que pudieran llevar a cabo sus actividades básicas (comer, desplazarse) sin depender de otra persona.

Al principio eran espacios para obtener información profesional sobre cambios biológicos en el envejecimiento, las enfermedades crónicas no transmisibles y su prevención, hábitos saludables (como la actividad física), etcétera. Tiempo después se convirtieron en lugares para compartir experiencias, participar en actividades sociales y aprender a vivir con mayor independencia.

Cuenta el doctor Mendoza Núñez:

Le apostamos a que el conocimiento era clave para que ellos se empoderaran, se responsabilizaran de la situación, se revaloraran. Con estos núcleos logramos que, de alguna manera, hubiera algunos cambios respecto al control de enfermedades crónicas no transmisibles, como diabetes mellitus, y afectivas, al disminuir problemas de depresión.

Otro tipo de intervención es el de las viviendas colaborativas (cohousing), donde adultos mayores conviven y se organizan de manera autónoma. Aunque ya existe experiencia internacional al respecto, en México es un campo de estudio y acción muy reciente.

La iniciadora de esta iniciativa en nuestro país es la doctora Margarita Maass, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM. Por el momento se ha realizado un proyecto que consiste en la construcción de una vivienda colaborativa para 15 parejas de amigos en el municipio de Ocuilán, Estado de México.

Esta vivienda es parte de un “modelo de planeación para vivir la vejez como toda una empresa, a partir de analizar colectivamente y entre amigos la forma sustentable para vivir con calidad de vida”, destaca la doctora Maass en su artículo “Mejoramiento de la calidad de vida en la vejez. Propuesta de Casa de Retiro ecológica y autosustentable”.

Como fruto de este trabajo, surgió un seminario de estudio y se creó la primera red de viviendas colaborativas en México, integrada por grupos que están implementando la idea en Torreón, Mérida, Ciudad de México, Oaxaca, Querétaro, San Miguel de Allende, León y Guadalajara.

Trabajo pendiente

El envejecimiento debe verse como una oportunidad para seguir adelante, desarrollar planes de vida y producir no sólo en términos económicos, sino de conocimiento y experiencia, enfatiza la doctora Montero y López Lena.

Se deben dejar de lado las imágenes que retratan al adulto mayor como alguien que necesita un bastón para andar o camina encorvado. Cada vejez debe ser analizada de forma particular pues, insiste, una persona de 60 años no vive esta etapa de la misma manera que una de 70, de 80 o más años.

Son muchos los temas pendientes por analizarse. Uno de ellos es insistir en que las personas mayores tienen derecho a envejecer de manera digna y con respeto social. Y esto lo debe asumir y aceptar la sociedad en su conjunto. También se deben trabajar aspectos relacionados con la discriminación hacia las personas mayores, la cual se deriva de que la familia y la sociedad no saben cómo tratarlos. Más que como una “carga social”, se les debe reconocer como una especie de bono demográfico: personas que pueden compartir su experiencia y conocimiento mediante múltiples vías: transmisión de oficios y saberes, mentorías, acciones de voluntariado, etcétera.

Destaca la doctora Ana Luisa González:

Llega el momento en que el adulto mayor deja de participar en la sociedad porque la sociedad misma se ha encargado de decirle que ya no puede hacer nada, que ya no tiene capacidades. Es muy triste esa situación. Hay que descubrir e identificar qué recursos tienen las personas mayores para que vayan tomando conciencia de que todavía son capaces de hacer cosas importantes y trascendentes para ellos.

Lo importante es evitar situaciones como la soledad o la depresión, que pueden presentarse cuando el adulto mayor no es escuchado, se siente relegado y no participa en las decisiones de su familia. Algunas personas se han animado a integrarse a grupos y vivir su vejez de manera distinta, sobre todo las mujeres; pero aún hay muchas y muchos que siguen recluidos en sus casas y no se han dado la oportunidad de pertenecer a una red, seguir aprendiendo, aportar su conocimiento y mantener relaciones sociales.

La doctora Montero y López Lena señala que, frente a estas situaciones, el adulto mayor funcional podría “empezar a sentirse exitoso, no fracasado, no cansado, y decir: ‘¿Qué voy a hacer con este éxito de vida? ¿Qué voy a hacer? Es un regalo. ¿Lo voy a guardar y voy a dejar que transcurra el tiempo o voy a hacer algo?’ Es un cambio de pensamiento”.

Por ello, es indispensable promover acciones de socialización. “Está demostrado que la existencia de redes sociales facilita la integración social y garantiza el ejercicio de una ciudadanía activa, ya que facilitan los procesos de adaptación a los cambios físicos, mentales y de salud”, destacan Víctor Manuel Mendoza y María de la Luz Martínez Maldonado en el artículo “Modelo de redes sociales y comunitarias para mantener la salud en la vejez”.

Además, para lograr y mantener un envejecimiento saludable, es necesario tener hábitos alimenticios sanos, establecer momentos de ocio para aprender y compartir cosas nuevas, y dormir bien, pues se ha normalizado la idea de que en la vejez se duermen menos horas. La doctora Rivero Segura destaca que estudiar la importancia del sueño durante esta etapa de la vida es un área emergente. En México existen pocos grupos dedicados a esto; uno de ellos es el que ella dirige en el Instituto Nacional de Geriatría. Señala la especialista:

Dormir bien está asociado con que tengamos mejor fijados nuestros procesos de memoria y aprendizaje. Cuando dormimos, nuestras neuronas empiezan a limpiarse de todos los recuerdos y las vivencias que ocurrieron en el día. Si no duermes, las neuronas no pueden depurar todas estas memorias para generar nuevas; se empiezan a saturar y esto las va a llevar al estrés y van a morir. Por eso se ha asociado que, si tienes insomnio, vas a padecer de una enfermedad neurodegenerativa.

Así como hay muchas vejeces, también hay muchas áreas que investigar en torno a ellas, pues el comportamiento poblacional es muy dinámico. Como afirma el doctor Mendoza Núñez, el envejecimiento y la vejez son contextuales y temporales: las que se están viviendo hoy serán distintas a las que se vivirán en veinte años. Lo importante es seguir trabajando para ofrecerles oportunidades de desarrollo según su características sociales, familiares, de salud, geográficas y personales.

Si bien hoy existen adultos mayores que transitan esta etapa con dificultades físicas o psicológicas, viven en pobreza o con rezago educativo; también podemos ver, cada vez más, al adulto mayor que a los 70 años sigue siendo el fotógrafo oficial en su trabajo; a la mujer de 68 años que cuida de sus nietas; al investigador universitario que a los 80 es y se siente productivo; a la mujer de 71 años que fue coronada Reina de la Primavera en un club de adultos mayores; al tapicero de 74 años que se niega a dejar su oficio porque sigue siendo apto para ejercerlo; al hombre de 75 años que acude solo y puntualmente al médico a recibir su consulta y medicamentos, y que los fines de semana sale a bailar con los amigos que conoce en la Iglesia… Desde luego, la sociedad mexicana está obligada a garantizar que ese 15-20% de adultos mayores con dificultades para andar reciba atención adecuada y mejore su situación. Es uno de los primeros pasos para generar condiciones económicas, sociales y culturales que permitan una vejez digna de ser vivida. Porque en veinticinco años, según se proyecta, uno de cada cuatro mexicanos tendrá 60 años o más.

Acciones y acuerdos en torno al envejecimiento

En la región de América Latina y el Caribe se han firmado convenios para instrumentar políticas públicas y desarrollar estrategias que reconozcan los derechos y libertades de las personas adultas mayores, les garanticen una vida libre de discriminación y violencia y promuevan el envejecimiento activo y saludable. Destacan los siguientes:

  • Declaración de Brasilia. Segunda Conferencia Regional Intergubernamental sobre Envejecimiento en América Latina y el Caribe: hacia una sociedad para todas las edades y de protección social basada en derechos (cepal, 2007)
  • Carta de San José sobre los Derechos de las Personas Mayores de América Latina y el Caribe (cepal, 2012)
  • Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo (cepal, 2013)
  • Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (oea, 2015)
  • Declaración de Asunción. Construyendo sociedades inclusivas: envejecimiento con dignidad y derechos (cepal, 2017)

Algunos de los acuerdos a nivel mundial:

  • Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (onu, 2015)
  • Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030 (onu, 2020)
  • Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento (onu, 2002)

En México, desde 2002 existe la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, la cual ha construido un marco legal para garantizar los derechos de este sector poblacional.


REFERENCIAS

| Comisión Económica para América Latina y el Caribe (2022). Envejecimiento en América Latina y el Caribe: inclusión y derechos de las personas mayores, Santiago, CEPAL.

| Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2020). Pobreza y personas mayores en México 2020, México, Coneval. Disponibe en https://bit.ly/47ZIimM (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| González-Celis, Ana y Lizbeth Lima (2017). “Autoeficacia, percepción de salud y soledad, sobre la calidad de vida en adultos mayores”, en Entreciencias: diálogos en la sociedad del conocimiento, vol. 5, núm. 15.

| Hertz, Claudio (2019). “La gerociencia: repensando la vejez”, en Universidad de Chile. Disponible en https://bit.ly/47HtB7V (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2022). “Estadísticas a propósito del Día Internacional de las Personas Adultas Mayores”, en Comunicado de prensa núm. 568/22. Disponible en https://bit.ly/47x9J7z (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2023). Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento en México (Enasem) y Encuesta de Evaluación Cognitiva 2021, México, Inegi. Disponibe en https://bit.ly/4125miv (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| Instituto Nacional de Geriatría (2022). Boletín bimestral, núm. 4, México, Inger. Disponible en https://bit.ly/3NdrlNI (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (2021). “Calidad de vida para un envejecimiento saludable”. Disponible en https://bit.ly/3uEx7RT (Consultado el 30 de noviembre de 2023).

| López-Otín, Carlos et al. (2013). “The Hallmarks of Aging”, en Cell, vol. 153, núm. 6, pp. 1194-1217. Maass, Margarita y Virginia Reyes (2018). “Mejoramiento de la calidad de vida en la vejez. Propuesta de Casa de Retiro ecológica y autosustentable”, Margarita Mass y Virginia Reyes, coords., Calidad de vida en la vejez, México, UNAM, pp. 93-103.

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María Luisa Santillán

Reportera de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia | UNAM