- Editorial
Darle vuelta a la tortilla, conjugar sabor, saber y gracia
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Nada tan complejo, delicado y urgente como el debate sobre la más elemental de las injusticias: aquella que condena a millones de seres humanos a la marginación, la pobreza y el hambre. Un debate que, por necesidad, atraviesa todas las disciplinas del conocimiento y obliga a definir posiciones desde la academia, la sociedad civil y la acción política, ciudadana, en clave democrática.
El desafío es enorme, desde luego, y no faltará quien diga que es labor de titanes condenada al fracaso. La humana condición de inequidad (postulan los pragmáticos) está inscrita en el chip de la especie. ¿Recalentado de antiguas utopías? La democracia no es el reino de la felicidad y nunca trazó horizontes de fantasía. ¡Seamos serios, por favor! ¡No la sobrecarguemos de exigencias, reclamos, agravios, desagravios!
Ocurre, sin embargo, que en las condiciones del nuevo milenio el comal está puesto para darle la vuelta a la tortilla y garantizar el ejercicio de una ciudadanía plena, integral, sin exclusiones ni coartadas realistas. “Utopía” democrática, firmemente arraigada en la potencia creadora y productiva de media humanidad, que ya se cuece en los peroles, talleres, laboratorios y redes neuronales de la sociedad del conocimiento. Y también, valga la redundancia, en los espacios marginalizados (no necesariamente marginales) del saber arcaico, sabroso, sustentable y ecológico por naturaleza, del nuevo movimiento campesino.
De todo ello hablan, platican, discuten y polemizan los materiales de este número dedicado a la alimentación en la encrucijada. Porque el debate necesario es confrontación de ideas, diagnósticos, posiciones y alternativas. Porque no está muy claro si la “seguridad alimentaria” de las naciones (los Estados, sus élites y operadores) puede conjugarse con la “soberanía” que reclaman los pueblos para decidir qué y cómo sembrar, qué y cómo producir, qué comer para vivir mejor. Y porque, en última instancia, la encrucijada se perfila con meridiana claridad: ¿podemos producir los alimentos que reclama la humanidad sin recurrir a las técnicas más avanzadas de la ingeniería genética?
En la diversidad está la gracia y la riqueza de la reflexión en clave democrática. Nuevos diálogos para deliberar en nuevos términos. La mesa está servida.