Tejido roto, civilización en crisis

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Si la ciudad fue, alguna vez, “reflejo de la humanidad construyéndose a sí misma”, la expansión anárquica de los centros urbanos hasta constituir megalópolis fuera de quicio nos pone ante el espejo de una catástrofe en cadena. ¿Habrá forma de restablecer el “diálogo con la naturaleza” y recuperar la utopía de una ciudad a escala humana?

| Reportaje de Octavio Olvera

En la ciudad coata de Zadar se escucha el perpetuo canto del tiempo. El incesante oleaje que rompe en su costa lleva la historia de todos los lugares, cristalinas imágenes de todas las épocas. En su continuo ritornelo de evaporación, todo cuanto presencian las aguas —saladas y dulces, de mar y tierra adentro— se transmite en la peregrina nube. Privilegiados viajeros que llegan a la ciudad porteña, señeros y sabios, escuchan y aprenden de los anales de sus aguas. Otros, los más, oyen su armonía, se sorprenden, y con ese estupor de maravilla regresan a su lugar de origen.

Porque en Zadar, un hombre de ciencia tejió un sistema escalonado de cavidades cilíndricas que, al ímpetu de la rompiente, genera la voz juglar del océano y el recuerdo exacto de toda geografía. La ciudad de Zadar podría pertenecer a algún capítulo de ese “último poema de amor a las ciudades” referido por Italo Calvino en Las ciudades invisibles.

Zadar, fundada 900 años antes de nuestra era, nació iliria. Al paso de los siglos, imperios y guerras, sucesivamente se transformó en romana, bizantina, dálmata, veneciana, otomana e italiana. Luego, tras ser devastada por las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en yugoslava hasta los empeños separatistas que disolvieron aquel país socialista en la última década del siglo pasado. A partir de entonces, forma parte de Croacia.

Como muchas ciudades que subsisten desde la antigüedad, Zadar ha sufrido los entuertos de los ciclos históricos con una sorprendente capacidad de adaptación y resiliencia. En nuestros días, recibe a viajeros de todo el mundo atraídos por su casco antiguo y su clima mediterráneo; pero, también, para escuchar la inacabable sinfonía del Órgano de mar, estructura que suena al ritmo de las aguas que llegan a su ribera, una inacabable orquestación de la urbe con el caprichoso oleaje.

“Quería comunicarme con la naturaleza”, dijo el arquitecto Nikola Bašić, quien diseñó el sorprendente artefacto. Construido en 2005, el instrumento musical es una muestra de que, no obstante la edad de una ciudad, su territorio siempre abre la posibilidad de cimentar símbolos y espacios para constituir nuevos modelos de urbes, necesarios para cada tiempo.

Quizá por ello, en nuestro imaginario atemporal destellan lugares incesantemente buscados: la Atlántida, la Thule, la tierra austral de Magallanes, la isla de los lotófagos de Ulises. Una interpretación de esas ensoñaciones es el anhelo de crear nuevas posibilidades, espacios y cultura, o de reconstituir los sitios perdidos.

La ciencia mítica del libro de Calvino hace comparecer a Marco Polo ante Kublai Khan para contar las maravillas de las ciudades conocidas en sus viajes. Narra, por ejemplo, que el gran emperador tártaro poseía un Atlas que guardaba el registro de todas las ciudades existentes y por haber, incluidas las que flotan en los sueños de los hombres en busca de tierras prometidas.

Hoy, en los inicios de una nueva revolución industrial —basada en la Inteligencia Artificial y frente a los severos retos que presenta el Antropoceno—, nuestra generación afronta el desafío de encontrar en el almanaque del Gran Khan un modelo de ciudad posible que nos ampare en un futuro amenazante.

Seis mil años de historia

En Ensayos de filología urbana, el escritor Fernando Curiel ofrece una definición puntual: “La ciudad, domicilio conocido de la civilización”. La metrópoli, junto con el Estado y la moneda, es uno de los más grandes inventos de la humanidad. Debemos a su sutil entramado la depuración de las artes, la palabra y la ciencia. Pero esa casa civilizada de dimensiones asombrosas, tal como la conocemos, responde a un largo proceso evolutivo.

En su obra Los orígenes de la civilización, V. Gordon Childe analiza la etapa que llama “revolución urbana”, iniciada aproximadamente seis mil años antes de nuestra era, momento en el cualla aldea elemental se convierte en ciudad, al final del Neolítico. Urk, Jericó, Eridu, Lagash, Ugarit y Erech son los nombres de algunos de los primeros complejos urbanos surgidos a la vera de los ríos Nilo, Tigris, Éufrates y en el valle del Indo.

Fue cuando la humanidad inventó el arado, la rueda y la vela. Construyó los primeros vehículos impulsados por la energía de sus brazos, de los animales y del viento. Descubrió el procedimiento básico de la química para transformar metales. Sentó las bases de lo que sería la industria textil y alfarera. Supo de la importancia de medir el tiempo. Creó la arquitectura al diseñar espacios. Generó un excedente de producción. Estableció un sistema de comercio. Determinó oficios y, con ello, el embrión de los estratos sociales: sacerdotes, príncipes y jefes guerreros en la punta de la escala social, seguidos de comerciantes y militares. En la base, nutridos gremios de artesanos de todo tipo.

Las riquezas humanas y su organización espacial obligaron al cálculo. La necesidad de comprender a las deidades y su circunstancia gestó la escritura. El deseo de heredar dominio y saber creó la noción de escuela. El puente hacia la civilización estaba construido. Dice Childe: “A partir de entonces el desarrollo de la civilización urbana puede seguirse continuamente”.

En el corazón de la ciudad se erige el templo y, frente a él, se yergue la casa del antiguo jefe aldeano —ahora mudado en príncipe— como sede de la organización territorial. Ambas estructuras son el símbolo desde donde seejerce el poder regulatorio de la vida comunitaria. Perduran en el tiempo los templos, sepulcros y palacios de aquellas ciudades antiguas debido a su constitución portentosa.

“La arquitectura monumental que estabiliza la vida social de las ciudades es una expresión del poder en la ciudad imperial”, afirman los sociólogos Gino Bailey y Felipe Espinosa en La ciudad de los lugares posibles. Encuentran en la ciudad romana el ejemplo del espacio regido por el orden del Derecho público y privado. Ahí se hallan bien delimitados los conceptos de urbs, como la infraestructura del territorio; civitas, la población, y polis, la norma que conduce la administración de lo público. Leyes y ordenamiento que perduran hasta nuestro tiempo.

Después, el paisaje se ve cercado por grandes murallas que rodean las urbes. Es el siglo v de nuestra era. El Imperio Romano ha caído. Estamos en la Alta Edad Media. La máquina de destrucción que son los ejércitos, nacida con la civilización, paradójicamente saquea y destruye otras ciudades. La pulsión imperial de los vecinos da sentido a la muralla. La ciudad protege y abraza. Sus calles son laberínticas. Al principio, sólo despuntan las torres de la iglesia. Pero explota la demografía y a los altos y orgullosos campanarios les compiten los primeros edificios habitacionales de la historia.

El arte y el humanismo resplandecen en Florencia, Palermo, Milán, Venecia; entonces ciudades-Estado de la actual Italia. Allí surgió el aspecto estético del orden citadino y el diseño interior. El entramado de calles cedió espacios importantes al taller del artista. El arte renacentista encontró que la ciudad también era materia y obra de creación. Ciudad escultura, ciudad lienzo, ciudad artística para el arte y el pensamiento. Desde la Grecia antigua no sucedía algo parecido.

Camino a la modernidad, las principales ciudades europeas albergaron a una enorme y creciente población. La Revolución Industrial aceleró aún más el crecimiento demográfico y, con ello, inició la expansión de las ciudades. En el siglo que corre de 1800 a 1900, Londres quintuplicó su población; París creció seis veces más.

Un hito importante sucedió en ésta última ciudad a la mitad del siglo XIX. Por su estructura, todavía con amplios rasgos medievales, era presa de constantes epidemias. Sus calles estrechas y el hacinamiento habitacional no sólo incubaban enfermedades, eran igualmente campo propicio para la sublevación. Napoleón III impulsó, junto con el barón de Haussmann, la demolición de gran parte de la ciudad para darle un nuevo sentido urbano. Ampliaron las calles, diseñaron bulevares, le dieron aire, luz, sanidad a los espacios; pero, también, seguridad y control a las autoridades. Se erigió, entonces, el París que hoy conocemos.

Esta reconstrucción de la capital francesa, que el filósofo alemán Walter Benjamin, crítico de la modernidad, denomina en su Libro de los pasajes “Haussmannización” de la ciudad, fue una gran revolución urbana que influiría en el modo de organizar las metrópolis.

El surgimiento de los Estados-nación y la independencia de las colonias en América hicieron de la ciudad la gran depositaria de los anhelos de modernización y progreso, cuyo mejor espejo habrían de ser las capitales de cada país. Al mismo tiempo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología incentivaron el crecimiento urbano. Ya en el siglo XX, la refinación de la energía fósil disparó el uso del automóvil, de transportes aéreos y marítimos, potencializando el crecimiento de la producción y el consumo, con las consabidas consecuencias en el medio ambiente.

La talla desmedida de las ciudades actuales conlleva una codificación, por demás, compleja e imbricada. Escriben Bailey y Espinosa:

A mediados del siglo XX se alzan los nuevos megalitos de la (pos)modernidad: los grandes rascacielos de hormigón y cristal espejado que dominan la urbs. Mientras la polis parece quedar relegada a las ciudades capitales que cumplen las funciones administrativas de Estado. […] Mientras tanto, la ciudadanía transita de acuerdo a la métrica laboral y los tiempos de ocio dedicados al consumo en una ciudad que ha transformado no solo la luz sino, también, el clima, el color y la forma natural produciendo rupturas y discontinuidades en los modos de articulación de lo colectivo.

Esta descripción se asemeja a lo que el arquitecto neerlandés Rem Koolhaas llama espacio basura:

El producto construido de la modernización no es la arquitectura moderna sino el espacio basura […] lo que permanece después de que la modernización haya seguido su curso, o más concretamente, lo que coagula durante el proceso de la modernización, sus consecuencias: su secuela.

Urbe desmesurada

Por su naturaleza, la ciudad concentra la infraestructura necesaria para el desarrollo, bienestar y resguardo de individuos y comunidades. Sus principales atributos se reflejan en empleos bien remunerados, oferta de servicios (agua, salud, educación, transporte, acceso a tecnología de punta) y abastecimiento de materias primas y alimentos. En algunas geografías, además, cuentan el clima y la cercanía con la naturaleza para generar ciudades de recreo y ocio.

De ahí que los grandes centros poblacionales sean poderosos imanes de migración. Esto, sumado a la tasa de reproducción, los conduce al crecimiento desmedido. En algunos casos, al grado de que su infraestructura y sus servicios son rebasados y decaen. Así, el crecimiento sin control de las zonas urbanas es uno de los principales factores que disparan sus problemas.

Otro fenómeno de la dispersión de la mancha de concreto es el encuentro de núcleos urbanos independientes. La zona central de nuestro país es ejemplar al respecto. El crecimiento de la Ciudad de México y de 56 municipios contiguos del Estado de México, y uno más de Morelos, han sumado sus respectivas infraestructuras hasta conformar la llamada Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM), donde habitan 22 millones de personas.

Roberto Martínez Hernández, adscrito al Instituto de Investigaciones Económicas (IIEC) de la UNAM, calcula que en 2024 la ZMVM tendrá más de 24 millones de habitantes distribuidos en 90 municipios y alcaldías. ¿Estará preparada la capital para afrontar los costos de sus sobredimensionadas demarcaciones?

En su libro Zona Metropolitana de la Ciudad de México. Crecimiento y expansión al 2040, Martínez Hernández se adelanta a los posibles escenarios de la megalópolis mexicana por medio de modelos matemáticos de simulación. Propone, en consecuencia, estrategias para lograr un desarrollo urbano equilibrado y racional hacia el medio siglo.

El investigador parte de una premisa:

[…] los patrones de urbanización de la Ciudad de México no han sido producto de políticas y planes de desarrollo territorial ordenados y de largo plazo; por el contrario, sólo han buscado contener y remediar tendencias, así como problemáticas de carácter coyuntural de corto plazo. Los factores mencionados, en especial los que el mercado impone, han actuado libremente, haciendo de los usos de suelo un marcado patrón de crecimiento caótico e irracional.

No obstante lo anterior, señala el economista, el desbordamiento urbano no es privativo de la Ciudad de México. Los esfuerzos por moderar la expansión de algunas ciudades del mundo han sido insuficientes y mal orientados; aunque unos pocos han dado como resultado crecimientos más acordes con las capacidades de la región. Apunta Martínez Hernández:

La diferencia básica radica en el conocimiento de los procesos de crecimiento urbano y los factores que los explican, así como en un esfuerzo coordinado por ejecutar planes realistas y con información útil, mediante instrumentos de medición precisos y oportunos.

Sin embargo, preocupa que este ejercicio de prospectiva no despierte demasiado interés en gobernantes y planificadores. Sobre todo en un contexto en el cual la población mundial urbana, que actualmente alcanza los 4 mil 400 millones de personas, se duplicará para 2050, de acuerdo con cifras del Banco Mundial (BM).

Calentamiento global

Múltiples y de variada índole son los problemas que enfrenta la ciudad contemporánea. Contrariedades que se verán acendradas por las repercusiones del cambio climático.

No hay manera de negar que exista un desajuste en los patrones del clima en la era del Antropoceno. Tormentas atípicas, desbordamiento de ríos, aumento en el nivel del mar, derretimiento de glaciares y el récord que marcó 2023 como el año más caluroso de la historia, así lo demuestran. Para los que aún niegan esta realidad, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sostiene que 99% de los científicos está de acuerdo en que la actividad humana ha trastocado el clima del planeta.

Un elemento primordial es causante de este deterioro: el funcionamiento de las ciudades. En la actualidad, 70% de los gases de efecto invernadero (GEI), principal factor del calentamiento global, mana de las metrópolis, subproducto de su insaciable necesidad de consumir energía.

Hace una década, el sociólogo Jordi Borja, profesor emérito de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), de visita en la UNAM, dijo: “la ciudad es el reflejo de cómo la humanidad se construye a sí misma”. Si, como se vaticina, la población urbana se duplicará al promediar este siglo, aumentando en la misma proporción su consumo de recursos, la ciudad podría convertirse también en el reflejo de la autodestrucción de la civilización; por lo menos, tal como es ahora.

Bajo esa ineludible realidad, las ciudades están obligadas a brindar soluciones a sus crecientes retos. En ello se encuentran los principales centros de investigación e innovación, así como los organismos de toma de decisiones que pueden cambiar el horizonte que se torna catastrófico.

Gian Carlo Delgado Ramos, investigador del Instituto de Geografía (IG) de la UNAM, se ha dedicado en las últimas décadas a estudiar la relación del espacio urbano con el medio ambiente y el cambio climático.

En entrevista con Nuevos Diálogos, el también integrante del Grupo Asesor Científico de Expertos Multidisciplinarios del geo-7 del Programa para el Medio Ambiente de la ONU (PNUMA), sostiene que ya no es permisible dejar crecer de forma anárquica a las ciudades. Consentirlo producirá severos costos a corto, mediano y largo plazo.

Editor del volumen Ciudades sensibles al cambio climático. Construyendo capacidades para la sustentabilidad y la resiliencia urbana con equidad, Delgado Ramos subraya una idea clave: la planificación urbana es fundamental no sólo para concretar la agenda climática, de sostenibilidad e igualdad social, sino para enfrentar futuras pandemias similares a la de covid-19.

¿Mitigar o adaptarse?

En cuanto a las acciones para contrarrestar el cambio climático, comenta que se han establecido dos estrategias principales: de “mitigación”, que consiste en establecer políticas para reducir las emisiones de GEI, principales causantes del incremento de la temperatura global; y de “adaptación”, que busca limitar la vulnerabilidad de los asentamientos humanos ante el fenómeno.

Aunque esta última es objeto de críticas por parte de algunas corrientes de las ciencias sociales —al considerar que sostiene el actual sistema de producción y evade combatir las causas del calentamiento—, la “adaptación” es de vital importancia para los países pobres ante la imposibilidad inmediata de contener y frenar el fenómeno.

Es cierto que la crítica de fondo debe ir dirigida a modificar las actuales relaciones de producción y, en concreto, el vínculo sociedad-naturaleza. Sin embargo, el concepto de “adaptación” no implica aceptar el modelo económico vigente, sino asumir que el cambio climático ya es un hecho y obliga a tomar medidas para mitigar sus efectos.

“En los países más pobres, la adaptación es mucho más importante que la mitigación”, asegura el especialista. Agrega:

Esto responde a dos razones centrales. Una es que los impactos más grandes del cambio climático se están presentando en torno al cinturón del Ecuador, que es donde está geográficamente el grueso de países en desarrollo o pobres, y eso hace que reciban los impactos más pronunciados.

Esta afirmación se puede comprobar en el informe Hambre y calentamiento global, del grupo Oxfam, donde se registra que Haití y Guatemala se encuentran entre los diez países más afectados por el cambio climático; los ocho restantes son los africanos cercanos a la línea ecuatorial. En contraste, las naciones ubicadas arriba del Trópico de Cáncer (China, Estados Unidos, India y Japón) son las menos afectadas y las que más despiden GEI a la atmósfera, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Aseguró el experto:

La “adaptación”, esencialmente, responde a escenarios de vulnerabilidad, y la población de nuestros países latinoamericanos es altamente vulnerable, no solamente por el cambio climático sino porque hay asimetrías económicas y sociales muy grandes. Lo que de ahí deriva tiene que ver con el acceso asimétrico a servicios públicos, salud, seguridad social. Todo esto hace que la población pobre, ya de por sí en riesgo, se vuelva doblemente endeble ante el impacto del clima.

En un sentido opuesto, “los países que son los mayores emisores de GEI, como Estados Unidos o la Unión Europea, claro que tienen impactos por el cambio climático; pero, al estar más pegados hacia el Polo Norte, son menores”.

En esa lógica, el investigador está convencido de la importancia de combinar estrategias de “adaptación” y “mitigación”, ponderando ésta última para los países altamente industrializados.

Gian Carlo Delgado Ramos formó parte del equipo que redactó el documento Geo for Cities, donde se establecen los pasos a seguir para la sustentabilidad urbana. En lo que respecta a las acciones a favor de la “mitigación”, comentó que tienen que ver con todas las medidas que ayuden a hacer más eficiente el funcionamiento de las ciudades para reducir sus emisiones.

Con el fin de evitar una severa crisis climática, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) considera que en 2030 se deben reducir los gases tóxicos en 45%. En esa perspectiva, Delgado Ramos enumera algunas de las acciones relacionadas con la “mitigación”, como el empleo de catalizadores en los automóviles, filtros para fábricas y termoeléctricas, reciclaje y mayor eficiencia en la construcción para reducir sus patrones de consumo, generación de “empleos verdes”, conservación de áreas naturales protegidas urbanas y periurbanas, privilegiar el transporte colectivo por encima del privado, gestión de residuos y, en las ciudades viejas, reciclaje de materiales de construcción.

Como integrante del Consejo Ejecutivo de la Red Mexicana de Científicos por el Clima (Redcic), el investigador participó en el Informe RIOCCADAPT: Adaptación frente a los riesgos del cambio climático en los países iberoamericanos. Allí se señala que 50% de la población de la zona vive en países de alto o extremo peligro ante el alza de la temperatura global. En América Latina, los países con mayor rezago en “adaptación” planificada son Guatemala, Paraguay, Bolivia, Honduras y Nicaragua.

El Informe registra algunas políticas de “adaptación” adoptadas por distintos países. En la conversación con Nuevos Diálogos, Delgado Ramos apunta que no hay una ciudad ejemplar que englobe todas las soluciones. Cada metrópoli requiere de acciones especiales, según su geografía y su condición económica y social.

Sin embargo, destacó el caso de la pequeña ciudad de Curridabat, en Costa Rica. “Diseñaron infraestructura verde; es decir, corredores verdes integrados a áreas naturales protegidas y a parques. Contemplaron, también, una agenda para vincular aquello con la planeación urbana, lo cual no pudo concretarse; pero la parte de infraestructura verde evolucionó de manera muy importante”.

En la búsqueda de alternativas, el especialista se refirió al proyecto “Ciudad de 15 minutos”, diseñado en París, Francia, a finales de la década pasada:

Tiene que ver con movilidad, esencialmente. La idea es que las personas se encuentren a 15 minutos de un parque, de un súper y de servicios públicos. Que se pueda acceder a todo lo necesario en esa fracción de tiempo, ya sea caminando o en transporte público. Eso supone un replanteamiento de los sistemas de transporte y de los usos de suelo.

Finalmente, Gian Carlo Delgado pondera la planeación urbana como una de las formas más efectivas contra el cambio climático:

Las ciudades no se pueden construir al vapor, digamos, hacerlas sobre la marcha. Tienen que planificarse muy bien para que sean sostenibles, para que sean resilientes, para que sean menos desiguales. E, insisto: en el ámbito del espacio construido, que no haya barrios muy ricos y en el extremo barrios muy pobres sino que sean lo menos desiguales posible.

La ciudad primera

¿Podremos recobrar el sentido original de la ciudad?, ¿acondicionarla, nuevamente, como el “domicilio conocido de la civilización”?, ¿rebatir a los que piensan que la ciudad ha muerto?

Una noche, el Gran Khan, insaciable ante las maravillas que describe Marco Polo, le pidió que describiera Venecia, su tierra natal. Contestó el viajero: “Cada vez que describo una ciudad digo algo de Venecia […] Para distinguir las cualidades de otras he de partir de una primera ciudad que permanece implícita”.

Digamos, ahora, que esa primera ciudad implícita es la que puede restituir el diálogo con el planeta, la comunicación con la naturaleza, como imaginó Nikola Bašić al diseñar su Órgano de mar. Es totalmente posible. En el Atlas de Kublai Khan está registrada.

[RECUADRO]

Derecho a la ciudad

El lugar donde mejor se desarrollan los derechos y libertades es el espacio público; y el espacio público por excelencia es la ciudad. Sin ciudad no es concebible el desarrollo de la democracia. Pese a ello, el desbordamiento de las urbes priva a grandes sectores de los beneficios de la ciudadanía. Cuanto más periféricos o pobres sean los asentamientos, mayor será la contracción de los derechos de sus habitantes. Entonces, paradójicamente, la ciudad destruye las bases de la convivencia democrática.

Alicia Zicardi, investigadora del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, lo describe así en “El derecho a la ciudad”:

Cuando en la ciudad se privilegia el valor de cambio y eso se expresa en los contenidos de las políticas urbanas, éstas dejan de ser concebidas como políticas sociales para transformarse en productoras de los soportes materiales (vialidades, equipamientos, infraestructura, espacios para el consumo masivo y de lujo). Otro componente es la privatización de los servicios públicos y, en general, la mercantilización de los bienes y servicios de la ciudad, particularmente, del suelo urbano, garantizando de esta forma altas tasas de ganancia que son apropiadas privadamente.

El estado de la ciudad contemporánea provoca la irrupción de colectivos sociales que enarbolan demandas, críticas y alternativas; demuestran su fuerza con manifestaciones, denuncias, alegatos judiciales y todos los medios a su alcance para establecer un escenario de negociación entre ciudadanos y gobiernos. La participación civil es el único método para regular las apetencias del poder económico y contener la complicidad o incuria de los políticos.


REFERENCIAS

| Bailey, Gino, y Felipe Espinosa (2022). La ciudad de los lugares posibles, Barcelona, Hermeneute.

| Benjamin, Walter (2005). Libro de los pasajes, Madrid, Akal Ediciones.

| Calvino, Italo (2009). Las ciudades invisibles, Barcelona, Siruela.

| Carpentier, Alejo (1996). El amor a la ciudad, Madrid, Alfaguara.

| Curiel Deffosé,Fernando (2016). Ensayos de filología urbana, México, unam-Instituto de Investigaciones Filológicas.

| Childe, V. Gordon (1997). Los orígenes de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica.

| Delgado Ramos, Gian Carlo, ed. (2018). Ciudades sensibles al cambio climático, México, unam-Programa de Investigación en Cambio Climático. Disponible en https://drive.google.com/file/d/17GGiZn-o4WSfJfhS5gGiCGxP5p75b8ip/view (Consultado el 25 de marzo de 2024).

| Informe rioccadapt. Adaptación frente a los riesgos del cambio climático en los países iberoamericanos. Disponible en https://www.cr2.cl/informe-rioccadapt-adaptacion-frente-a-los-riesgos-del-cambio-climatico-en-los-paises-iberoamericanos/ (Consultado el 25 de marzo de 2024).

| Jacobs, Jane (2011). Muerte y vida de las grandes ciudades, Madrid, Capitán Swing Libros.

| Koolhaas, Rem (2007). Espacio basura,  Barcelona, Editorial GG.

_______ (2021). Estudios sobre (lo que en su momento se llamó) la ciudad, Barcelona, Editorial GG.

_______ (2022). Acerca de la ciudad, Barcelona, Editorial GG.

| Martínez Hernández, Roberto (2020). Zona Metropolitana de la Ciudad de México: crecimiento y expansión al 2040, México, UNAM-Instituto de Investigaciones Económicas.

| Global Environment Outlook for Cities (2021). Towards green and just cities, Naoirobi, Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, 2021. Disponible en https://content.yudu.com/web/2y3n2/0A2y3n3/GEOforCities/html/index.html?origin=reader (Consultado el 25 de marzo de 2024).

| Organización Meteorológica Mundial (30 de noviembre de 2023). “2023 Shatters Climate Records, With Major Impacts”. Disponible en https://wmo.int/media/news/2023-shatters-climate-records-major-impacts/ (Consultado el 25 de marzo de 2024).

| Organización de las Naciones Unidas (s. f.). “Desmontar mitos. Datos sobre el clima y la energía”, en  Acción por el clima. Disponible en https://www.un.org/es/climatechange/science/mythbusters/ (Consultado el 25 de marzo de 2024).

| ONU-Hábitat (18 de septiembre de 2019). “Las ciudades, ‘causa y solución’ del cambio climático”, en Noticias ONU. Disponible en https://news.un.org/es/story/2019/09/1462322/ (Consultado el 25 de marzo de 2024).  

| Oxfam International (2022). “Hunger in a heating world: How the climate crisis is fuelling hunger in an already hungry world”. Disponible en https://www.oxfam.org/en/research/hunger-heating-world/ (Consultado el 25 de marzo de 2024).  

| Quirarte, Vicente (2013). Amor de ciudad grande, México, FCE / UNAM.

| Schauenberg, Tim (16 de marzo de 2023). “Ciudades de 15 minutos: ¿qué son y cómo funcionan?”, en Deutsche Welle. Disponible en https://www.dw.com/es/ciudades-de-15-minutos-qu%C3%A9-son-y-c%C3%B3mo-funcionan/a-65014699 (Consultado el 25 de marzo de 2024).  

| Torres, Carlos Alberto, ed. (2022). La ciudad: hábitat de diversidad y complejidad, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.

| Veber, Marilyn (3 de enero de 2010. “Extraño órgano marino”, en  Deutschlandfunk. Disponible en https://www.deutschlandfunk.de/merkwuerdige-meeresorgel-100.html/ (Consultado el 25 de marzo de 2024). Zicardi, Alicia (3 de noviembre de 2016). “El derecho a la ciudad”, en El País. Diponible en https://elpais.com/elpais/2016/11/03/contrapuntos/1478143866_147814.html (Consultado el 25 de marzo de 2024).

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Octavio Olvera

Reportero de la Dirección General de Divulgación de las Humanidades