Ciencia y complejidad del patrimonio cultural

Hace algunos años, reflexionando acerca del arte de hacer arquitectura y de los edificios que son mudos, de los que hablan y de los que cantan, como lo planteó Paul Valéry en su libro “Eupalinos o el arquitecto”, comprendí que ciencia y mito, abstracción e imagen, tradición y aventura forman parte del lenguaje de la arquitectura. Los medios generales que proporciona la arquitectura permiten comprender que no es sólo una rama del arte, sino también expresión de los principios de uno de los lenguajes filosóficos fundamentales del saber humano: la geometría.

Atreverse a ver lo que nadie ve, incluso ver lo que se oculta, obliga al replanteamiento de las verdades establecidas en torno a lo que es y deben ser la investigación y el análisis de los entornos arquitectónicos como sistemas compuestos de partes interrelacionadas. Como conjunto, un entorno posee propiedades y comportamientos no evidentes, que podemos evidenciar si sabemos “leerlos” a partir de la suma de partes del pasado y el presente. El lenguaje geométrico-arquitectónico, como sistema complejo y como método, es el mejor instrumento para hacerlo.

A través de este método podemos identificar variables ocultas cuyo desconocimiento nos impide analizar la herencia cultural de manera integral, más allá de la pura arquitectura. Ciencia y complejidad subyacen en el patrimonio y la herencia cultural. Están ahí conjuntando valiosa información, a la espera sólo de que nos la apropiemos a través de la comprensión del lenguaje arquitectónico. Una apropiación que sólo es posible mediante el ejercicio interdisciplinario, no sólo desde la aplicación de alguna disciplina aislada.

Así, el método de investigación del lenguaje geométrico-arquitectónico trasciende lo tangible para conocer, preservar y transmitir la herencia cultural a las nuevas generaciones de una manera más integral, vivencial y patricipativa. Sus planteamientos, ya sea con viejos o nuevos esquemas metodológicos, fundamentan uno de los objetivos de la investigación: aportar conocimientos acerca de lo que la humanidad ha construido a lo largo de la historia para preparar su comprensión e insertarlo en la sociedad actual.

Un ejemplo de ello es la observación y análisis de las construcciones de la antigua Mesoamérica. Al aplicar la metodología con este fin se comienza por analizar el espacio donde se hallan los edificios, dividiéndolo en sus cuatro cuadrantes de orientación geográfica. De esta manera podemos establecer líneas visuales o vectores, ejes que rigen física y geométricamente tanto a los edificios como al trazo urbano que los rodea en su contexto natural. Al final, en la lectura de sus convergencias y divergencias, descubrimos todo un lenguaje simbólico arquitectónico que muestra las motivaciones y hasta las emociones de la alta civilización mesoamericana de la antigüedad, que sigue allí, inamovible, constante, fluyendo permanentemente en las “tradiciones” más actuales de la “mexicanidad”.

Sin embargo, la definición, descubrimiento o ubicación de esos ejes rectores en una observación de sitio depende fundamentalmente de una previa aceptación y entendimiento hermenéutico del lenguaje geométrico-arquitectónico en general. Y es que en la conjunción de geometría y arquitectura subyace un lenguaje estructurado profundamente con conocimientos ancestrales y actuales, perfectamente identificables desde disciplinas como la Física, las Matemáticas, y las dos ya mencionadas, la Geometría y la Arquitectura. Con el mismo método puede analizarse la herencia cultural de México en todos sus ámbitos, en sí misma expresión y testimonio de la ancestral construcción de un mundo ordenado e inteligible, que hoy sólo es posible reconstruir y entender a partir de una abierta interdisciplina entre las ciencias, las humanidades y el estudio de la cultura. Se trata de un ejercicio generador de vínculos que permiten conjuntar información no visible para el investigador desde una disciplina aislada. El método del lenguaje geométrico-arquitectónico es resultado, precisamente, de una lectura y comprensión interactiva entre la ciencia y la complejidad del patrimonio cultural. Pura etiología de la herencia ancestral.

| HUGO RUIZ


El autor es investigador en el área de Conservación del Patrimonio Cultural en el Centro Peninsular en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Dr. en Arqueología por la Universidad de Leiden, Holanda, Maestro en Arquitectura con especialidad en Restauración de Monumentos por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía “Manuel del Castillo Negrete”, del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Licenciado en Arquitectura por la Universidad Iberoamericana, y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.

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