Espacios del sonido


Los espacios que habitamos nos generan cambios perceptuales ¿Y los sonidos que se les corresponden?, porque ciertamente el espacio puede tener correspondencias sonoras. Habrá que analizar en primera instancia el concepto de espacio, para después encontrar estrategias de construcción sonora con el objetivo de elucubrar la creación de elementos sonoros a partir de la precomprensión de los tipos de sonidos y sus respectivos espacios. En otras palabras: encontrar las herramientas necesarias para conceptualizar y distinguir los diferentes discursos sonoros, y contrastarlos, para al fin encontrar sistematizaciones paradigmáticas que funcionen de acuerdo al discurso espacial en el que el sonido habite. He aquí el planteamiento central de los autores de esta intervención en Palas y las Musas, Diálogo entre la ciencia y el arte, el compositor Francesc Llompart Pons y el catedrático Josep Cerdá.

Entender el concepto de espacio puede resultar evidente en un principio, sin embargo Francesc y Josep coinciden en definirlo como “aquello que está delimitado y contiene objetos que delimitan un espacio a su vez”. Es así como su definición del espacio, se nos ofrece como un término mucho más abierto de lo que cabría esperar, y ambos lo desglosan en tres tipos.

Primero, el espacio físico, virtual y abstracto con sus características propias. Se resume simplemente en que ocupa las condiciones sonoras del lugar en donde se produce de manera orgánica. Luego el espacio virtual, que recibe en él una representación de otro espacio que “no es donde el oyente escucha el sonido”, y finalmente, el espacio abstracto, constituido por estructuras completas donde el sonido está y es parte de la misma estructura del lugar (el equivalente a cualquier sistematización del sonido, como la armonía y el temperamento).

Por otra parte, Francesc y Josep plantean la subdivisión del sonido en tres para escalonar al siguiente concepto fundamental para nuestra reflexión: el concepto de la percepción. De ella nos proponen dos niveles: el que se refiere a la orientación del oyente, que le ayuda a percibir el espacio en función de los espacios que contiene, y el que orienta al oyente hacía los límites que definen el espacio.

En Chile surgió un interesante ejercicio con una propuesta similar, el “Taller de paisajes sonoros”, que propusieron los investigadores René Roddo, Jessica Villaroel, Consuelo Carreño y César Sánchez. En el contexto de su trabajo con el diseño industrial, los cuatro hacen una propuesta de máscaras de papel para contribuir por medio de sus formas a cambiar nuestra percepción del sonido en el primer y segundo nivel, a través de lo que son las ilusiones auditivas para engañar a los sentidos y centrar nuestra atención en puntos específicos en el espacio. Que existan artefactos hechos con materiales tan simples como el papel nos pone a reflexionar sobre los cambios sonoros que podemos generar artificialmente, la potencialidad y los alcances que pueden nacer a partir del reconocimiento de elementos sonoros.

Llomparts y Cerdá exponen la idea general de llenar espacios físicos con configuraciones sonoras, para dilatar, cerrar, focalizar la atención, generar la sensación de levedad del oyente, y en fin, componer un espacio como se hace de manera visual con una obra de arte.

A lo anterior podemos sumar la opinión del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, que si bien directamente no menciona los espacios sonoros en su discurso, dirige su opinión hacía el estado de lo que él llama modernidad líquida, lo que él considera como un estado de desmoronamiento social que continuamente desdibuja las fronteras sociales y se relaciona con el paisaje sonoro, porque también ahí se desmantela una materialidad física.

Al respecto, dice Bauman: “La destrucción de la obra ya estaba prevista en el momento de su creación.” Una frase que puede implicarse en los paisajes sonoros configurados virtualmente para la negación de la necesidad de los espacios físicos a los que tanto nos acostumbró el siglo pasado, y las posibilidades sensoriales que puede detonar el focalizar la atención en uno u otro elemento, puesto que ahora  hay una mayor valoración de lo virtual como elemento expansivo plástico en el arte contemporáneo.

Francesc y Josep también arrojan conceptos clave para concluir su reconocimiento espacial desde los sonidos. El primer concepto es el de orientación de los límites del sonido. Esta característica del sonido delimita el sonido en un espacio y determina la forma de dicho espacio con la escucha de éste. El siguiente concepto clave es “reverberación”, el resultado de la expansión del sonido en todas las direcciones en un espacio. Y por último, el concepto de “frecuencia de resonancia”, que aparece dentro de dos paredes laterales. Éste, a diferencia de la reverberación, se encuentra en un punto específico del espacio y es contenido dentro de él.

El texto de Llomparts y Cerdá concluye que los espacios virtuales donde existe ya de antemano una mediación tecnológica nos permiten las posibilidades inagotables de crear espacios independientes de la realidad física material para dar camino a que los mismos sonidos sean espacios u objetos. Esto es posible por medio del reconocimiento del tipo de información que nos da un sonido, pues cada uno es en sí un tipo de representación del mismo espacio. Las posibilidades no paran de sumarse a los discursos que podrían ejecutarse con la información y la investigación futura que pueda hacerse sobre este tema, aquí específicamente desde el lugar del arte en particular, pero de modo general para componer cualquier tipo de paisaje sonoro. La tesis del compositor Francesc Llompart Pons y de Josep Cerdá (uno escultor y el otro catedrático de la Universitat de Barcelona) se expusieron en el primer Congreso Internacional “Palas y las musas. Diálogos entre ciencia y arte”, del cual se publicó una enciclopedia coeditada por la UNAM con el Instituto Politécnico Nacional (IPN), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y Siglo XXI Editores.


| JULIETA MERCADO

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