¿Nos vuelve idiotas la Internet?

Leer. En el fondo, es lo que hacemos todo el día en internet. El problema consiste en que no nos damos cuenta porque estamos todo el rato picoteando de trending en trending. En los últimos meses se ha iniciado en la red anglosajona un debate que podríamos resumir en si internet nos está haciendo imbéciles o no por esa forma de revolotear…

Con estas reflexiones, Delia Rodríguez, autora del blog Trending Topics, inició hace unos años un interesante post sobre los nuevos hábitos de lectura generados por los modelos de distribución y adquisición de información en la Internet. Un post que nunca ha perdido actualidad. Se trata de una reflexión que es buen inicio y detonador de interesantes indagaciones en el ámbito del análisis sobre los modelos de pensamiento predominantes en la llamada “sociedad Red”, donde los intercambios de datos conjuntados como información, o la transmisión y generación de conocimiento, apuntan a nuevas posturas epistemológicas.

Ciertamente, la lectura tradicional —pausada, reflexiva, analítica, cuidadosa, meticulosa— no es el hábito común entre los usuarios de la Web, quienes acostumbran hacer rápidos “escaneos” o “vistazos” de publicaciones (no olvidemos que las páginas Web también son publicaciones) para detectar y apropiarse exclusivamente de lo que es de particular interés en la búsqueda.

Asumimos, por supuesto, que la preocupación expresada aquí se refiere a los usuarios que buscan información para consumirla como un producto sustancial en sus quehaceres (de consumo cultural para la autoformación, profesionales, académicos y hasta científicos), no a los usuarios que hallan en la Internet un espacio para el desfogue de sus necesidades lúdicas o de simple socialización, como ocurre en gran medida en la mayor parte de las redes sociales. En este último caso la discusión no tendría sentido, pues en la Web, como en la televisión, se ha expandido el mismo fenómeno de trivialización y consumismo promovido por el mercado.

Por otra parte, la Web (que no es lo mismo que la Internet) ha desarrollado sus propios lenguajes, discursos, formas estilísticas, diseños gráficos, gramáticas textuales y visuales, esquemas y estructuras de publicación. Entre ellos, nuevos modelos de escritura condicionados por la naturaleza del medio: párrafos breves, lenguaje divulgativo, poco uso de estilos tipográficos en los discursos amplios, textos breves cuando son para la lectura en línea, eliminación de las columnas dentro del discurso (propias del periodismo impreso), etcétera.

Hay reglas, pues, y podemos estar seguros que no son producto de la casualidad; más aún, son el resultado de extensos estudios, ejercicios y replanteamientos continuos en la búsqueda de lo que se conoce como la Web Semántica… Nada es casual en la red de redes ni en la usabilidad (la disciplina que rige el diseño de la Web), es cierto, pero también existen las excepciones y las revistas académicas y otros productos informativos de distribución de conocimiento pueden recurrir a textos más extensos sin que ello signifique infringir las reglas de la W3.

Arquitectura Tecnológica de la Web Semántica | CC BY-SA 3.0

Desde esta perspectiva, podríamos entender que las formas de lectura aludidas por Delia Rodríguez no son idiotizadoras, sino simplemente nuevos modos de adquirir la información. Mejor sería preguntarnos qué motiva las lecturas (en corto o no) y qué se hace posteriormente en un flujo de construcción de conocimiento, pensando por supuesto en usuarios no consumistas de trivialidades o lo peor de la Red, sino en usuarios buscadores de información de valor para procesos profesionales, educativos o científicos.

En todo caso, dichos usuarios (lectores “inteligentes” que hacen lecturas de “escaneo” y posteriores rescates), llevan a cabo una de las estrategias de lectura que cualquier buen lector haría. Por lo común, en el primer abordaje de un texto, el buen lector nunca va directo al fondo de los contenidos; el buen lector recurre a varios niveles de lectura, el primero de los cuales es, justamente, una lectura superficial —de escaneo— sobre el índice y la paginación de una publicación. Ya después, entendida la estructura y “previsualizados” los contenidos, vendrá la recuperación de la información mediante otras estrategias de mayor profundidad… Vaya, mediante diversas lecturas más pausadas y “meditadas”, de propósitos distintos en cada situación.

En el afán de brindarnos una ocasión para recuperar la lectura inteligente, la autora de Trending Blog nos ofrece un interesante paquete de publicaciones electrónicas que han sido concebidas desde la Web para la lectura pausada, incluso en dispositivos ideados para el efecto (como los lectores e-Book, el iPad y otras tablets). Son publicaciones que, por una parte, cualquiera podría hallar con la metodología mencionada, que usamos todos quienes practicamos los métodos de la investigación social en nuestro trabajo con la Web; y por la otra, son publicaciones que se ponen a nuestra disposición a través de un modelo de distribución que aprovecha los avances de publicación más recientes  para facilitar la búsqueda, la “adquisición” y posterior gestión (por ejemplo los sistemas de publicación e-Book, gratuitos o de paga, que abundan en la Web, como el que soporta la revista Orsai, incluida por la autora en su post).

El formato y el modelo de distribución de estas publicaciones constituyen el meollo del asunto para respondernos la provocadora interrogante de Delia: fueron concebidas para una lectura posterior a nuestras navegaciones, con calma, en archivos PDF que podremos ejecutar desde nuestras computadoras o dispositivos móviles sin estar conectados a la Internet.

Punto aparte será reflexionar sobre las tendencias de publicación y el desarrollo del e-Book como soporte de conocimiento, que bajo ninguna circunstancia puede ser concebido para leerse de una sentada mientras vamos a salto de mata por la Web. Nuevos Diálogos se inscribe en este modelo de consumo cultural.

Se confirma lo dicho: los usuarios buscadores de información inteligente no necesariamente leen en la Web lo que encuentran en ella… por el contrario, sólo buscan mediante rápidas exploraciones con la finalidad de “adquirir” (como suele decirse en Biblioteconomía y Documentación) para conformar fondos de investigación y análisis.

En conclusión: la Web, como el libro, es tan sólo un instrumento cuyos condicionamientos tecnológicos y conceptuales condicionan ciertos métodos de uso, por lo que no podríamos culparla por sí misma o por sus modelos de distribución de idiotizar al usuario. Mejor deberíamos replantearnos su uso, entender sus funciones instrumentales y abocarnos a la construcción y uso de modelos epistemológicos que los aprovechen al máximo, entendiendo que muchos de los viejos modelos no deben ser abandonados, sino, incluso, integrados a las nuevas modalidades tecnológicas.

Y eso es lo que ocurre, por ejemplo, en terrenos como el eLearning, donde incansablemente se analiza y replantea la aplicación de los modelos pedagógicos tradicionales en función de las posibilidades de los nuevos medios; o lo que ocurre en el desarrollo de modelos teórico-metodológicos para mejorar los algoritmos de los buscadores de información en línea (el de Google, por ejemplo), que se originan de lleno en toda una base conceptual estructurada con métodos y técnicas de las Ciencias de la Documentación llevadas a la sistematización informática de trillones de bits de datos.

Es imposible, pues, querer seguir trabajando apoyados en metodologías con cientos de años de antigüedad (el paradigma de la lectura tradicional no había cambiado mucho desde la invención de la imprenta) pero sobre infraestructuras del siglo XXI que necesariamente incidirán no sólo en los hábitos de adquisición de conocimiento, sino también —y aún más— en los modelos epistemológicos y en la reformulación de las instituciones formales de transmisión de los saberes, como la universidad.

Sir Tim Berners-Lee | CC BY-SA 4.0

La praxis de la investigación social en línea nos demuestra que a final de cuentas la World Wide Web está viniendo a ser lo que científicos como Tim Berners Lee (creador de la Web, cuyas teorías se han concretado hoy en su proyecto de la Web Semántica) y Vannevar Bush, o escritores como Jorge Luis Borges, se plantearon como utopía posible: la biblioteca universal.

Y como en toda biblioteca… no iniciamos de inmediato la lectura profunda de los contenidos, sino que primero pasamos por un fichero y algunas exploraciones básicas de las obras encontradas, las escogemos de los espacios virtuales que las albergan y, finalmente, nos sentamos con placidez a apropiarnos intelectualmente de nuestros descubrimientos.

Para profundizar en la comprensión de este tema (importante tópico de discusión en la Web), recomendamos leer también el post “¿Nos está volviendo lerdos Internet? (1: El debate)”, escrito por la misma autora en Trending Topics. Se trata de una excelente reseña del origen del debate, sustentado principalmente en Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, libro del escritor Nicholas Carr, que ha encendido los humores de tirios y troyanos en la Red.

El tema trae a la mente, inevitablemente, el pensamiento de un gran teórico de la comunicación, Marshal MacLuhan, quien planteó que los “medios” (el libro, la televisión, el teléfono, la radio, etcétera) son las extensiones del hombre, y que todos ellos —cada uno en su momento— han provocado importantes revoluciones en el ámbito de la transmisión de la información y la construcción del conocimiento. ¿Qué no fue dicho sobre las maldades del libro y cuánto no se demonizó a Gutemberg por “su diabólico invento”? ¿Cuánto no fue dicho y se sigue diciendo contra la televisión o la radio? Luditas los habrá siempre, son especie eterna.

Vale mucho la pena seguir los posts de Delia en Trending Topics y hacer una revisitación al pensamiento de los clásicos de la Teoría de la Comunicación, pues buena ayuda podrán brindarnos para la comprensión del cambiante mundo que hoy llamamos “sociedad de la información”, así como del funcionamiento de los medios que son el principal motor de dicho cambio. Y para que no nos quedemos con las ganas de conocer algo de los planteamientos de Nicholas Carr, aquí les dejamos un vínculo a las primeras páginas del libro en español.

| ÁNGEL MONDRAGÓN

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